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Cálculos

Y cálculo político, y mucho, se le nota al Comité de Paro por encima de la ropa, como dice la canción. No tanto por lo que dijo Nelson Alarcón, representante de Fecode, cuando mostró sus irrefrenables deseos de llegar al Congreso.

13 de junio de 2021 Por:

“El cálculo político es la estimación premeditada de la ganancia personal procedente del apoyo, o falta de él, en posiciones de política pública”. La definición, o cita, es del columnista venezolano César Tinoco.

En teoría, porque en la práctica, el cálculo político va más allá. Que lo digan en Colombia todos los actores de la crisis actual.
El Gobierno ha hecho, hace y va a seguir haciendo cálculo en el manejo de las condiciones generadas por el paro. Es así como Duque y los suyos pasaron de negarse a dialogar mientras existieran acciones de hecho, a la fracasada - por mutua responsabilidad - mesa de negociación. Y cálculo hay en el uso de la fuerza por mandato presidencial (ojalá no en las violaciones de todo orden, aunque sí va a resultar imposible eximirse de tal responsabilidad). Y cálculo, cómo no, al admitir al fin la presencia en el país de la CIDH, a lo que sobrevino un cálculo más: tratar de salir ante ella lo mejor librado frente a tantas evidencias incontrastables.

Y cálculo político, y mucho, se le nota al Comité de Paro por encima de la ropa, como dice la canción. No tanto por lo que dijo Nelson Alarcón, representante de Fecode, cuando mostró sus irrefrenables deseos de llegar al Congreso. Eso ya se sabía: que antes de buscar una solución pronta e integral, cada uno de los miembros de ese galimatías iba por propia cuenta, como se dice en la calle.

Y cálculo en el horizonte hay en los jóvenes que no desfallecen en la lucha por transformar esta sociedad y ven en las calles el escenario para hacer oír sus voces. Voces que, lastimosamente, cada vez se hacen más inaudibles. Sí, por las bombas de estruendo, los gases lacrimógenos o los disparos de civiles extrañamente amparados por supuestos representantes del orden, pero también por fuerzas extrañas que permean y desvirtúan el movimiento a punta de violencia y destrucción, lo que ya no se puede tapar con un dedo. Aparte de que la gente está cansada de pagar los platos rotos.

Hay otros cálculos. Los de quienes apuntan alto y se saben mover de puntillas, auténticos pesos pesados. Ellos, situados en los extremos, saben de calcular y de recalcular para sacar ventaja de este incendio (suena terrible, pero así pareciera ser). Al final, los yerros de los otros en estos días (antes que los propios aciertos, si es que los hay) serán su principal argumento para buscar respaldos en las próximas elecciones.
Entonces, unos dirán andar en defensa de la institucionalidad (la que ellos mismos se han encargado de devaluar hasta hacerla infinitesimal). Otros hablarán dizque a nombre de un cambio que no hicieron cuando pudieron (como en la Alcaldía de Bogotá), a la par que condenarán a quienes se atrevan a repararles algo con su “quien no está conmigo está contra mí”.

Y los dos tendrán la pretensión de su cálculo mayor: hacerse al mando de la nave para no soltarlo después. Ya sea torciendo el cuello a la Constitución o por interpuestas personas.

¿Es entonces cálculo político “la estimación premeditada de la ganancia personal procedente del apoyo, o falta de él, en posiciones de política pública”?

Probablemente sí, profesor Tinoco. Pero también lo es, digo yo, la suma de estrategias (y marrullas) destinadas a sacar el mayor provecho personal o partidista de situaciones críticas y coyunturales. Por lo general, con recursos innobles en desmedro del competidor (o competidores) y sin que importen mucho los efectos colaterales, ese lastre que terminamos pagando las mayorías silenciosas.

Mayorías silenciosas que solo tienen una oportunidad, la de no equivocarse dentro de un año. Con un cálculo, el de no caer en alguna de aquellas dos tentaciones.
Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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