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La reina

Isabel II se reunió cada semana con todos los primeros ministros que vivieron en Londres y planificó su propio funeral, lo que debía hacerse y lo que no. Hubo hasta ensayos.

19 de septiembre de 2022 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

En plena Segunda Guerra Mundial, Canadá ofreció a Isabel, madre de la reina que acaba de fallecer, huir a ese país con sus hijos de los bombardeos del ejército Nazi sobre el Reino Unido. La reina contestó lo siguiente:
-El Rey se tiene que quedar. Si el rey se queda, yo me quedo. Y si yo me quedo, nuestros hijos también.

La familia entera, entonces, permaneció en el Reino Unido soportando, como todos, la sangre, el sudor y las lágrimas que describió el magistral Winston Churchill. Sobrevivieron en el Castillo de
Windsor a las afueras de Londres, desde donde Isabel II, que no era reina entonces, trabajó llevando y trayendo ayudas para los más necesitados. Aprendió entre ráfagas de fusil, metralla y bombas, el valor de la vida y de la supervivencia.

Su padre luego falleció y a ella, contra todo pronóstico, le tocó volverse reina siendo muy jovencita. ¡Y qué personaje! Nunca se le conoció un mal amor, ni un exceso, ni regó el vino en la mesa, ni se puso furiosa porque el lapicero no le funcionaba -como acaba de hacer su hijo que sí creció para ser rey- ni protagonizó un escándalo, ni se descolocó.
Le sobró soberbia cuando se murió Lady Di y no quería hacerle grandes homenajes, pero entendió pronto su error y lo remedió ante su gente a punta de sonrisas y flores. Todo en torno a ella fue impactante y genial al mismo tiempo.

Un tanto triste, podría uno decir, porque al fin de cuentas la vida está hecha de espontaneidades –que no tuvo- pero también de disciplina y convicciones, que tuvo todas.

Isabel II se reunió cada semana con todos los primeros ministros que vivieron en Londres y planificó su propio funeral, lo que debía hacerse y lo que no. Hubo hasta ensayos. Ejerció un rol en la historia que ha quedado al descubierto con toda la pompa de su despedida. Y de sus joyas.

Ojo a los datos: fue enterrada en la capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor, que comenzaron a construir en 1348 y donde están enterrados 45 miembros de la realeza, incluidos 10 reyes. La futura reina, la divina Cate, llevó en el funeral un collar de perlas que evocan lágrimas, que alguna vez usó su suegra, Lady Di. Megan Markle, a quien la reina le permitió casi todo, menos poner a tambalear su poder, se puso unos aretes sencillos de perla que la reina le regaló. En su matrimonio hubo coro gospel y entró al altar caminando sola. Pero hubo inconformidades y por eso vimos en el funeral al príncipe Harry y su esposa tan lejos y tan cerca.

La reina yace en Windsor, donde su madre y su padre sobrevivieron a Hitler y desde donde salvaron al mundo. La nueva reina, Camila, otrora amante, sobrevivió al desprestigio. El amor, siempre triunfa. Lo que no sabemos es si Carlos III tenga larga vida como rey… lo del berrinche parece que se le da fácil y en este mundo el berrinche, ni real, es soportable.