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Octavio Paz en Delhi

Mi experiencia de vida en Delhi, ciudad en la que fui diplomático y donde aún tengo muchos amigos, es algo que regresa en permanencia.

23 de septiembre de 2020 Por: Santiago Gamboa

Mi experiencia de vida en Delhi, ciudad en la que fui diplomático y donde aún tengo muchos amigos, es algo que regresa en permanencia. Por estos días volvió gracias a un curso virtual de literatura de viajes que estoy por terminar, con Icesi, en el que, claro, hemos visto textos de algunos viajeros a la India: la especialista en budismo y gran viajera francesa Alexandra David Néel, pero también Hermann Hesse, Mircea Eliade y por supuesto Octavio Paz.

Paz tiene muchas ciudades en el mundo, pero en Asia la suya fue Delhi, no hay ninguna duda. Allá fue por unos meses segundo secretario y años más tarde embajador, cargo al que renunció en 1968 en protesta por la masacre de Tlatelolco. Es interesante releer sus primeras impresiones, o el modo en que las recordó años después, siendo ya un hombre mayor, cuando escribió Vislumbres de la India, que por cierto considero uno de los grandes libros de viajes escritos en español, sólo que al ser de Octavio Paz es al mismo tiempo muchas otras cosas: un tratado filosófico, un texto poético, un ensayo sociológico e histórico, un tratado de estética.

Esto dice al inicio: “Nueva Delhi es irreal”, “no fue edificada lentamente, a través de los siglos y la inspiración de sucesivas generaciones, sino que, como Washington, fue planeada y construida en unos pocos años por un arquitecto: Sir Edward Lutyens. (…) Nueva Delhi fue concebida como una ciudad jardín. Por desgracia, en mi última visita, en 1985, me sorprendió su deterioro. El excesivo crecimiento de la población, los autos, el humo que despiden y los nuevos distritos, casi todos construidos con materiales baratos y en un estilo chabacano, han afeado a Nueva Delhi”.

Esta última es la Delhi de hoy: sobrepoblación, suciedad, deterioro; no obstante, conserva su sabor de espacio mágico en el que conviven todas las épocas del pasado simultáneamente, como si el tiempo fuera circular, una idea cara a Paz y al propio Julio Cortázar, que escribió Prosa del observatorio tras visitar a su amigo Octavio en la India. En la librería café Turtle, en el Khan Market, se encuentran los libros de Octavio Paz en inglés, sobre todo los relacionados con su estadía en el país: Ladera Este (1962-1968), Hacia el comienzo (1964-1968), Blanco (1966), y El mono gramático (1970).

Es, junto a Bolaño, Neruda y García Márquez, la representación del idioma español en casi todas las librerías de la ciudad, pero Paz va más allá pues en las universidades indias hay infinidad de cátedras sobre su obra y su figura es recordada y venerada como la de un intelectual generoso, que les dejó mucho. Porque el modo de conocer culturas ajenas de Paz era entrando a ellas, mirándolas desde su interior. Al revés que Neruda, que miraba desde arriba y, desde ahí y a su manera, lograba también cosas extraordinarias. Basta recordar su poema El tango del viudo, uno de mis preferidos.

Por todo esto, al recordar emocionado la casa de Prithviraj Road, la histórica residencia en Delhi de la embajada y sus jardines, donde Paz se casó bajo el árbol de Nim con Marie-José, me embargó una profunda tristeza al recordar que hoy ya no es la residencia de México. ¿Quién vive ahora ahí? Cuando todo esto acabe, si estamos aún en pie, tendré que volver a esa casa encantada como el peregrino a un templo, pues es una de las más importantes residencias asiáticas de la literatura en lengua española.

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