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Ahora en España

Nairo vive esa paradoja: si no ataca y se queda en el grupo, aguantando el ritmo, estará siempre entre los diez o incluso cinco primeros. Pero si ataca y no le alcanza para llegar a meta, lo pierde todo.

28 de agosto de 2018 Por: Santiago Gamboa

Tras su actuación discreta en el Tour de Francia, ahora Nairo se le mide a las montañas españolas, donde ya ganó una vez. Le tengo una gran admiración a Nairo, pero es extraño su comportamiento en la carretera.

No hay duda de que es un ciclista fuertísimo, que tiene garra y técnica. Pero, ¿qué le falta para ganar? Tampoco es que pierda, pues ya tiene en el bolsillo la Vuelta y un Giro de Italia, pero la sensación es que, si no gana un Tour, no quedará en el estrellato.

Este año ya no fue, y por eso un segundo triunfo en la Vuelta, ahora, sería fundamental para levantar sus acciones, que están un poco a la baja, pues en ciclismo, como en todo, el paso del tiempo es implacable y los nuevos vienen empujando con fuerza.

Si bien la generación de Nairo y Froome sigue en primera línea, ya no solo luchan entre ellos, y si se sigue posponiendo el hipotético triunfo, se volverá imposible.

El ciclismo ha cambiado y las tácticas de hoy, a decir verdad, lo vuelven un poco aburrido. Todas las etapas, por largas o duras que sean, acaban siendo muy parecidas en algo, y es que no pasa nada importante hasta los últimos 15 kilómetros. Los 200 anteriores son de desgaste, y en ellos, siempre, hay fugas larguísimas que por lo general logran llegar a la meta, pero que en nada cambian la clasificación.

Este formato hace que los líderes de la general casi nunca ganen etapas, pues su lucha se concentra en el pelotón de clasificados, que siempre va detrás. Y es justo esto, creo yo, lo que ha impedido que Nairo brille del todo, pues atacar se convierte en un riesgo. Como los líderes van frescos, salirse del ritmo general para atacar supone un desgaste que, de pronto, dos kilómetros más arriba, pasa factura. Ya le pasó a Nairo varias veces, y por eso el miedo a dilapidar la fuerza hace que cada vez el ataque sea más tarde. A veces faltando sólo dos kilómetros, con lo cual se obtiene muy poco.

Nairo vive esa paradoja: si no ataca y se queda en el grupo, aguantando el ritmo, estará siempre entre los diez o incluso cinco primeros. Pero si ataca y no le alcanza para llegar a meta, lo pierde todo.

Hay una segunda situación, también difícil, que Nairo vivió en la etapa 17 del Tour, en el Col du Portet, y es que atacó y ganó un día, bellamente, pero al otro, por el desgaste, perdió todo lo ganado y aún más.

Desde ese punto de vista se comprende su reticencia a atacar, en cuyo caso la fortuna depende de no tener imprevistos. Pero Nairo, todos lo sabemos, tiene mala suerte: se cae, pincha, le da gripa, y siempre en momentos clave.

La Vuelta es menos dada a esas tácticas del Tour y las etapas son más cortas. Por eso Nairo debería volver a la opción del ataque al estilo tradicional, mucho antes de los 10 últimos kilómetros. Pero tal vez su equipo no se lo permita, entre otras cosas porque, con Valverde, tal vez Nairo ya no sea el líder de Movistar, que, no olvidemos, es un equipo español.

Ante esto, cabe preguntarse, ¿y por qué no se crea un equipo nacional de ciclismo que reúna a los campeones nacionales y los ponga a empujar a todos del mismo lado? Sería genial ver juntos a Nairo, a Urán, a Superman López, a Gaviria, al Chavito Chávez, a Pantano, a Henao y al Puma Atapuma, entre otros.

Una nueva versión del legendario equipo Pilas Varta - Café de Colombia de los años ochenta que tanta alegría nos dio a los aficionados.

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