:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/semana/USW2MC5Y2ZFGJK4EW2FTUOJAUA.jpg)
Columnistas
Roy y Benedetti, los chicos malos
Conociendo los antecedentes de este par de chicos malos de la política era previsible que el ‘romance’ con Petro iba a terminar mal.
Son como dos versiones de una misma persona. La versión costeña y la versión caleña. Y es que los parecidos en la vida personal y política de Roy Barreras y de Armando Benedetti son muchos.
En lo político, ambos fueron uribistas, luego santistas y terminaron de petristas. Pero no solo pasaron por esos tres estados. Ambos fueron más uribistas que Uribe, más santistas que Santos y más petristas que Petro.
Ambos tienen esa costumbre de arrimarse al árbol que más sombra dé. Y de irse para otro árbol cuando les conviene. Y si pueden talar el árbol anterior, no tienen problemas en hacerlo.
También han sido congresistas por largos períodos y ambos pasaron de ser caciques regionales a protagonistas de la política nacional.
Esa inestabilidad que han mostrado en su vida pública, la han exhibido también en su vida emocional, porque Roy y Benedetti tienen una larga colección de novias y de esposas. Y cambian de pareja con la facilidad que cambian de partido.
Para ser justos hay que decir que si bien Roy ha sido tan mujeriego como Benedetti, ha llevado una vida personal más ordenada. A parte del poder, no se le conocen vicios ni secos ni húmedos, como los que confiesa Armandito.
Lo cierto es que en este par de personajes depositó Gustavo Petro su confianza para que lo llevaran a la Presidencia de la República. Y ambos, también hay que decirlo, cumplieron su misión.
El problema vino después porque, una vez Petro comenzó a gobernar, los dos comenzaron a anteponer sus propios intereses a los del gobierno que ayudaron a elegir.
Si bien Roy, como Presidente del Congreso, tuvo un aporte fundamental para que se aprobaran las primeras reformas que impulsó Petro, pronto comenzó a sacar las uñas.
Cuando salió a flote la impopularidad de las “reformas sociales” que promovía el Gobierno, el exsenador vallecaucano comenzó a distanciarse de ellas. Incluso, se convirtió en uno de los principales opositores, en particular, de la reforma a la salud.
Pero fue más allá, en enero lanzó, con bombos y platillos, y aliándose con varios enemigos políticos del petrismo, su propio partido, que bautizó como la Fuerza de la Paz. Mejor dicho, le montó la competencia al petrismo de cara a las elecciones regionales. Sin despeinarse.
Y Armandito, aunque aceptó a regañadientes la embajada en Venezuela, siempre creyó que él, por el aporte que le hizo a la campaña petrista, merecía un cargo que le diera mayor protagonismo. El Ministerio del Interior era su opción preferida.
Como no le dieron gusto, y además lo hicieron esperar tres horas para una cita con el Presidente, armó una pataleta que no solo tumbó a la Jefe de Gabinete de Palacio sino que puso a tambalear al mismísimo Presidente.
Conociendo los antecedentes de este par de chicos malos de la política era previsible que el ‘romance’ con Petro iba a terminar mal. Lo que nadie calculó fue que terminara tan pronto y tan mal.
A estas horas Petro debe estar sumido en un ‘dilema del alma’: no sabe si estar agradecido con este par de personajes por lo que hicieron para que él accediera a la Presidencia, o furioso con ellos por lo que han hecho desde que llegó a ese cargo.
Moraleja: uno está expuesto a que le ocurran ese tipo de cosas cuando confía en chicos malos.