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La hora de las coaliciones

Llevamos quince días de protestas y son muchos los temas, las preguntas y las opiniones que resultan de lo que ha venido ocurriendo.

6 de diciembre de 2019 Por: Ricardo Villaveces

Llevamos quince días de protestas y son muchos los temas, las preguntas y las opiniones que resultan de lo que ha venido ocurriendo. Lo que parece evidente de este episodio es que no puede caerse en interpretaciones simplistas. Si no se hace un esfuerzo por comprender la complejidad de lo que se está viviendo, más lejanas estarán las soluciones.

Lo que se ha venido observando es la coincidencia de un sinnúmero de factores que requieren aproximaciones diferentes. Por un lado se presentaron una serie de actos vandálicos y de carácter delincuencial que deben ser tratados como tales. Es probable que en algunos de estos casos las acciones violentas obedecieran a planes más estructurados ya fueran por elementos externos o por interesados en crear desestabilización y caos con propósitos políticos.

Al efecto desestabilizador contribuyeron, de manera muy perjudicial, las redes sociales y algunos comunicadores que, de buena o de mala fe, ayudaron a que el terrorismo lograra su objetivo de aterrorizar. Pero lo que no es menos cierto es que estos han sido una minoría y frente a ellos lo que se requiere es acciones de inteligencia para prevenir y, si hay desmanes, reacciones contundentes de las autoridades.

Donde se deben centrar el análisis y las acciones es en relación con la inmensa mayoría de quienes se han expresado y que, aunque hayan causado problemas de movilidad, lo han hecho de manera pacífica. Allí hay una inconformidad generalizada que justifican con argumentos de todo tipo. Algunos legítimos, otros que solo muestran desconocimiento e incoherencia como es el de oponerse a corregir la regresividad del sistema pensional actual.

Esa heterogeneidad pone de presente algo que decía en días pasados César Caballero de Cifras y Conceptos: el problema de Colombia no es de polarización sino de fragmentación. Lo que hay es una gran dispersión de insatisfacciones que a veces se aglutinan, como ocurrió en las elecciones presidenciales pasadas. Ni la mitad era duquista-uribista ni la otra mitad petrista, solo votaron así ese día. Por eso es tan difícil para el gobierno encontrar un interlocutor legítimo para ‘conversar’ y desactivar la protesta.

Se requiere entonces un gran esfuerzo para identificar los temas prioritarios y construir soluciones sensatas, responsables fiscalmente y alejadas de las tentaciones populistas. Hay que recordar que los miles y miles de personas que han salido con sus cacerolas no están representadas por el Comité del paro y, en su gran mayoría, son las que le dan estabilidad al país. Son los ciudadanos del común que por distintos factores terminan en las calles o en sus casas expresando su insatisfacción.

Las acciones a emprender van a requerir de decisiones de gobierno o aprobaciones en el Congreso y para ello se necesita gobernabilidad. Esto no se va a lograr solo con un partido de gobierno que pareciera casi siempre en la oposición. Es la hora de armar coaliciones, que no es lo mismo que mermelada, para poder gobernar con el apoyo que se requiere para poder sacar adelante los ajustes legales y administrativos que, sin duda, se van a requerir.