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La tiranía de la aritmética

Cada votante, entonces, ranquea los candidatos en el orden de su preferencia. Por eso el sistema se conoce en inglés como ‘ranked voting’, algo así como ‘voto ordenado’.

17 de junio de 2022 Por: Ramiro Guerrero Carvajal

Jorge Luis Borges dijo alguna vez que la democracia es un abuso de la estadística. Y tenía razón: el hecho de que un pequeño número de personas de más vote en un sentido u otro en una elección apretada no debería tener consecuencias dramáticas. Pero las puede tener, sobre todo ahora que la polarización se ha extendido por el mundo como una especie de enfermedad que desestabiliza los sistemas políticos. Cabe entonces preguntarse, ¿tendrá remedio la polarización?

En Estados Unidos están ensayando un remedio con resultados prometedores. Consiste en cambiar la forma de preguntarle al votante por sus candidatos preferidos en las urnas. Para ilustrar la idea el lector puede imaginar un tarjetón como el de la primera vuelta de la elección presidencial. La costumbre siempre ha sido marcar el candidato preferido y punto. El cambio consiste en pedirle al votante que ponga un número 1 junto al que más le gusta, un 2 frente a su segunda opción, y así sucesivamente. Cada votante, entonces, ranquea los candidatos en el orden de su preferencia. Por eso el sistema se conoce en inglés como ‘ranked voting’, algo así como ‘voto ordenado’.

Luego viene el conteo de los votos. Si algún candidato resulta ser la primera opción de más de la mitad de los votantes, se declara vencedor. Rara vez ocurre. Típicamente hay un candidato que resulta ser la primera opción, digamos, del 40 por ciento de los votantes, y otro lo es, digamos, del 29, y luego siguen otros con menores porcentajes. El sistema de conteo registra las segundas opciones de aquellas personas que votaron por candidatos perdedores, y se las suma a los punteros para desempatar. Si estos últimos siguen muy empatados, la fórmula puede incluso consultar las terceras opciones.

Con este sistema los candidatos en campaña intentan ser los preferidos del mayor número de votantes, por supuesto. Pero también saben que hay personas que preferirán a otros. Tratan entonces de ser al menos la segunda opción de aquellos votantes que se inclinan por otros candidatos, pues esos voticos de segunda opción también suman. En este esfuerzo de volverse potables incluso para quienes no los prefieren en primera instancia, los candidatos asumen posturas más moderadas.

Esto contrasta con el sistema tradicional, en el que cada candidato apela a una base distinta de votantes y se dedica a arengarlos y envenenarlos contra sus adversarios. Y luego de haberse radicalizado, los candidatos que pasan a la segunda vuelta tratan al final de posar como mansas palomas para atraer al votante moderado que se quedó sin candidato en la primera vuelta. Pero esa moderación es tardía: en ese punto la confianza es insalvable y las grietas en la sociedad ya están abiertas.

Aunque suene complicado el sistema de ´ranqueo´ es suficientemente práctico como para usarse en elecciones de verdad. El estado de Maine lo estrenó en las elecciones primarias presidenciales en 2020, y lo usará para elegir gobernador, al igual que Alaska. El concejo municipal de Cambridge Massachusetts se elige con una regla similar desde 1941. Con este sistema no hay necesidad de segunda vuelta, pues el votante declara de una vez su segunda y tercera opción, y todo eso se tiene en cuenta. La gente no se ve obligada a votar contra nadie en segundas vueltas.

Pero lo más importante es que penaliza al candidato que polariza y premia al moderado. Por eso el célebre politólogo Francis Fukuyama declaró a la revista Politico que, si pudiera hacer una sola cosa para arreglar la democracia norteamericana, sería obligar a que el mayor número posible de estados adopten este sistema de votación.