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Inadmisible e ilegal

Convertir el Congreso en panal de curules y “corbatas” de lujo para...

15 de octubre de 2013 Por: Ramiro Andrade Terán

Convertir el Congreso en panal de curules y “corbatas” de lujo para premiar a los dirigentes de las Farc, sin necesidad de que se sometan al voto popular, es uno de los peores despropósitos que el país haya conocido. Una burla a la democracia que se cimenta, precisamente, en la decisión de los ciudadanos para escoger los congresistas que deben llevar su vocería. El pueblo es, en síntesis, el “Constituyente Primario”: el que decide en última instancia quien tendrá su representación en el legislativo. Así está consagrado en la Constitución y así lo entienden los colombianos. Que no están dispuestos a que le quiten ese derecho por voluntad de organizaciones armadas, que intentan imponer sus condiciones con un lenguaje que no admite desacuerdos. La solicitud no es solo inadmisible: es ilegal. Aceptarla, sería violar la esencia misma del proceso democrático. La hora en que el ciudadano es realmente libre, es el momento en que deposita su voto. Que es la suprema instancia de la voluntad popular. Entregar ese bien supremo sin que todos los ciudadanos tengan el derecho de escogerlo, es un error grave. Que no tiene perdón en un Estado de Derecho. Rifar curules como si se tratara de repartir bocadillos a niños juguetones, es abrir un boquete al sistema al sistema de representación popular que el propio pueblo define. De admitirse la idea lloverían solicitudes similares para la solución de los grandes problemas del país. Y – a la larga – los ciudadanos terminarían con los brazos cruzados esperando que, por los medios informativos, se les informe quienes serán sus voceros. La propuesta tiene un tufillo dictatorial. Suprime – de un tajo – el derecho ciudadano de escoger a quienes – en teoría – deben tramitar en el Parlamento las leyes; ejercer el control político del gobierno de turno; y representar la pluralidad de las regiones. Más allá: darle al pueblo la posibilidad de revocar a un presidente corrupto, o un gobernador deshonesto. Conceder por vía distinta al voto atribuciones de tan excepcional naturaleza como es la aspiración de las Farc, es el regreso a la anarquía al convertir el parlamento en republiquitas políticas de toda clase. ¿Quién repartiría ese codiciado botín? ¿Cada organización en controversia con el gobierno haría su propuesta? ¿Quién manejaría esa tronera para llevar al congreso a indeseables de todos los colores y olores? Estas consideraciones, pienso, han motivado que la idea terminara muerta y sepultada.