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Guerra que nadie ganó

La guerra interna que Colombia ha padecido por 54 años, no la...

27 de enero de 2015 Por: Ramiro Andrade Terán

La guerra interna que Colombia ha padecido por 54 años, no la ganó nadie. Han sido más de cinco décadas de muertes, asaltos, pueblos arrasados, mujeres y niños sacrificados. En fin: todo el horror de una contienda absurda donde no hay crimen que no se cometiera. A la hora de evaluar sus resultados quedó claro que ninguna de las partes en conflicto, la ganó. Ahí está el gobierno calificado por las Farc de “burgués”, “imperialistas”, “oligárquico”, en el poder. Y la guerrilla, bien armada y mejor financiada, en el plan de negociar con el Estado un cese de hostilidades. En larga etapa de intransigencia, los combatientes tuvieron un acto de cordura y reconocieron, en privado, lo que todos sabemos: la guerra fue un inútil, insensato error colosal, que no trajo nada distinto a la barbarie y el horror de una contienda que desangró la nación, costó billones; y nos ha dejado el deshonroso título del país más violento de América Latina.Colombia no se convirtió en dictadura comunista; ni la guerrilla logró sus objetivos: la toma del poder. Gobierno e insurgentes se mantienen. Quedó claro; sí, que la “lucha armada” pasó a la historia y mostró su inutilidad en el año 2014. La lección fue clara: el pacífico voto es instrumento insustituible para escoger a los gobernantes, ejercer control político del gobierno, y ser personero de las aspiraciones populares. Otra cosa es que el Congreso se hubiera convertido en monumento a la inutilidad y descrédito. El enfrentamiento armado: viejo, absurdo, sin sentido, fue lápida a la idea de “tomarse el poder con las armas”. Pensar que la paz se logra totalmente con la firma de un documento para abandonar la contienda, es peligrosa utopia. Guardar los fusiles es indispensable paso. Pero viene lo fundamental: sembrar la concordia. Una empresa para resolver problemas gigantes; como la reinserción de los excombatientes; la reconstrucción de ciudades y pueblos afectados por los combates; las reformas a fondo de la sociedad; y la marcha de un entendimiento sobre la base de mantener la paz -tan difícil de lograr- por encima de los presumibles problemas que se presentan. Después de la terminación del enfrentamiento, la continuidad del desarrollo positivo del país, es la gran prioridad. Cuesta trabajo entender que crecimos bien -muy bien- como lo expresan Cepal y otras organizaciones, al tiempo que continuaba, metódica e implacable, la terrible matanza. Ese avance notable de la Nación hay que continuarlo.