Cambio drástico o catástrofe
El triunfo de la oposición en Venezuela ha sido una victoria que dejó a Maduro con menos de la mitad de los miembros del Congreso; y a la oposición con los 112 parlamentarios que le permite quitar y poner Rey en la agitada escena política del vecino. Maduro no solo fue derrotado: fue -literal- aplastado por millones de venezolanos que le notificaron algo claro: había perdido autoridad para gobernar.Fue destituido -en la práctica- por el porrazo de la potente fuerza opositora a su mañoso gobierno. Y el efecto de la corrupción, el patético problema de la escasez de productos de la canasta familiar; una inflación que pasa del 200 por ciento; la crisis de la escasa productividad de la nación; sus astronómicas deudas internacionales, el creciente desempleo; la inseguridad que reina en Caracas y otras ciudades. Unido al creciente descontento de la sociedad por el patético cuadro de crisis social. En una nación -vaya paradoja- que tiene las reservas más altas de petróleo del mundo. Lo ocurrido es fracaso del chavismo en 16 años de gobierno; pésima administración y ausencia de liderazgo de un país al garete. Que tanto necesita una dirección firme y solución urgente a sus magnos problemas. En esta, la final del pantano chavista, el manejo de la nación por una camarilla inepta y voraz, fue aún más funesto. Apareció un personaje menudo de la política: el presidente Maduro. Un ciudadano de pocos alcances, con escasa capacidad para gobernar un país tan complejo. Personaje obstinado y belicoso, es el menos indicado en esta hora crítica de una nación tan importante para Colombia. Su presencia en el gobierno fue duro golpe al chavismo y hora final de un movimiento que gobernó por décadas, con escasa fortuna.Dar solución tendrá que ser a fondo, sin duda, para resolver el oscuro panorama y tiene que incluir la salida de Maduro. A quien le queda una actitud que evitaría enfrentamiento violento: abandonar la presidencia. ¿Lo haría? Pienso que no. Es hombre obstinado, apasionado por el poder y rodeado de camarilla ambiciosa y sectaria que no quiere ceder el mando. Eso crea una situación en extremo conflictiva: si Maduro no se va por las buenas, lo sacarán por las malas. Venezuela necesita una operación de alta cirugía política a corto plazo, si no quiere exponerse a un trauma institucional de funestas consecuencias y episodios mayores de violencia impredecible.