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La capital del Valle cuenta con la infraestructura y logística necesarias para atender un evento de tal magnitud y con gente cálida y amable que sabe bien cómo atender a quienes la visitan.
La capital del Valle cuenta con la infraestructura y logística necesarias para atender un evento de tal magnitud y con gente cálida y amable que sabe bien cómo atender a quienes la visitan. | Foto: El País

Editorial

Presidente, Cali se lo merece

A los Farallones al igual que al Pacífico biodiverso y rico en recursos ambientales, hay que visibilizarlos, tal como se debe hacer con quienes los resguardan, para que los depredadores no sigan siendo su azote.

10 de febrero de 2024 Por: Editorial

Definidas las dos ciudades finalistas entre las que se escogerá la próxima sede de la Conferencia de las Partes sobre el Convenio de Diversidad Biológica, COP16, de la que Colombia será anfitriona este año, hay que insistir en que Cali se merece, en justicia, obtener esa distinción.

No es solo un asunto de ciudad. Escoger a la capital del Valle para albergar uno de los más importantes eventos medioambientales del planeta, es visibilizar en su conjunto al Pacífico colombiano, desde Nariño hasta Chocó, la región con mayor biodiversidad del mundo. Es, sobre todo, brindarles un homenaje a sus comunidades ancestrales, guardianas naturales durante siglos de ese patrimonio incuantificable, al que continúan protegiendo pese al olvido y a la indiferencia a los que ellas mismas han sido sometidas desde siempre.

Que la COP16 se haga en la capital del Valle es reconocerle a la comarca su compromiso con el cuidado y la recuperación de los recursos naturales, ejemplo para el país en cuanto a conservación ambiental. Aquí están los Farallones, ese vigía que se eleva hasta los 4.000 metros sobre el nivel del mar, en la Cordillera Occidental, donde se alberga la vida en el estado más puro porque ahí nacen 30 de los ríos que riegan al Cauca y al Valle. Son 196.429 hectáreas, donde se han formado 13 ecosistemas únicos, con cientos de especies de fauna y flora, en su mayoría endémicas.

A los Farallones al igual que al Pacífico biodiverso y rico en recursos ambientales, hay que visibilizarlos, tal como se debe hacer con quienes los resguardan, para que los depredadores no sigan siendo su azote. Es la atención que a través de la COP16 se merece atraer esta región que brinda tantas maravillas juntas, comenzando por sus comunidades, tan diversas ellas mismas, tan resilientes y a las que une el cordón umbilical de su riqueza natural, desde el mar hasta la montaña, pasando por sus valles.

La capacidad logística de Cali y el Valle para recibir un evento de la magnitud de la Conferencia de las Partes sobre Biodiversidad, de ser su sede número 16, está clara, como lo demuestra el haber sido seleccionada como finalista junto a Bogotá, en franca lid entre siete ciudades colombianas. Hay suficiente oferta hotelera para los 12 mil participantes que se esperan, la misma cantidad de personas que tienen cabida en el Centro de Eventos Valle del Pacífico.

Y está lo esencial: el compromiso de sus autoridades, del sector empresarial, de la Academia representada en las universidades y en centros de investigación como el Ciat, y sobre todo de su gente que desde ya tiene los brazos abiertos para recibir a los visitantes. Caleños y vallecaucanos saben ser excelentes anfitriones, cálidos, alegres y dispuestos a servir a quienes lleguen entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre próximos para asistir a la Cumbre Mundial de la Biodiversidad.

Presidente Gustavo Petro, tome usted la decisión de escoger a Cali como la sede de la COP 16. La ciudad, el Valle, el Pacífico, sus comunidades ancestrales y cada uno de los colombianos que viven en este territorio se lo merecen.

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