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“Ese día nos mataron a todos”

Para mí es un honor cederle mi espacio hoy a Karolina Guerrero Obregón ,líder social, como dice ella, “por coherencia y por convicción”.

19 de mayo de 2019 Por: Patricia Lara

Porque hay que pararlo como sea, me uno a la campaña #UnLíderEnMiLugar, iniciada por el periodista Daniel Samper Ospina, que busca mostrarle al país el rostro de esos líderes sociales a quienes están matando y que no son, como muchos creen, indios y negros estúpidos y ‘castrochavistas’, sino dirigentes comunitarios brillantes y cultos que luchan para impedir que las bandas armadas y las economías ilegales acaben con sus territorios.

Para mí es un honor cederle mi espacio hoy a Karolina Guerrero Obregón, abogada de la Universidad Santiago de Cali, especialista en Derecho Penal, candidata a Magíster en Derechos Humanos de la Universidad Javeriana, líder social, como dice ella, “por coherencia y por convicción”.

“El 11 de octubre de 2011 marcó mi vida y me cuestionó sobre el ser y el quehacer de un líder social: apenas terminaba la Universidad y debía acompañar una movilización. Por cosas del destino, de Dios, quizás, no llegué al lugar…
A las 12:30 las noticias informaban el infortunio del día: el cuerpo de mi amigo Jan Farid había volado en pedazos por la Calle 5: me rompí; sentí el temor que nunca había sentido. Ese día el terrorismo logró lo que quería: atemorizarnos. Ese día nos mataron a todos. Pero eso ayudó a reafirmarnos en los que éramos, en lo que somos, en lo que queremos seguir siendo: Defensores de Derechos Humanos”.

“Hace 15 años decidí dedicar mi vida al activismo étnico y social. Las emociones han sido constantes: momentos de felicidad, dolor, lágrimas, desazón, ganas de renunciar…”. “Pero la necesidad de forjar un mejor país hace que nos reconstruyamos y nos volvamos más fuertes. A partir de aquel suceso, y con un hijo de un año, decidí dedicarme al trabajo comunitario, bajarle al activismo político directo y concentrarme en asesorar jurídicamente a las víctimas, como parte del proceso de defender y garantizar derechos. Es así como vivo en Bogotá para asesorar a la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados”.

“En medio de ese afán por estar en el territorio, y después de trabajar por el Norte del Cauca con la Asociación de Consejos Comunitarios, volví a la tierra que me vio crecer y que me hizo sentir esa necesidad de luchar por lo que consideramos justo. De Buenaventura me había ido en 1999, cuando el paramilitarismo empezaba a tomarse la ciudad y las historias urbanas asustaban a las familias con hijos. Soy la menor de tres hermanos, y ya escuchábamos rumores de cómo los paras echaban ácido en el abdomen de las niñas que usaban blusas cortas, o de cómo arrancaban las orejas a los jóvenes que usaban aretes”.

“Nos fuimos. Pero siempre permanecimos conectados con el territorio, a través de nuestras prácticas diarias, de las fiestas patronales, de las navidades. Pese a todas las advertencias de familiares y amigos, volví. El riesgo de vivir en un lugar donde coexisten tantas violaciones a derechos humanos, es que regresas al ojo del huracán. Porque nacimos para esto, para acompañar, para servir, para defender. Es por ello que nos indigna que nos ofrezcan guerra antes que soluciones que ayuden a salir de la crisis humanitaria, sanitaria y social por la que atraviesa Buenaventura, como pretendió en algún momento el hoy Senador Álvaro Uribe, al invitarnos a votar contra la Paz: el increparlo, nos costó nuestra paz personal”.

“Hoy somos Paro Cívico. Y, curiosamente, reclamamos lo mismo que me hizo despertar las ganas de luchar: que tengamos unas condiciones de vida digna...”.

Sigue en Twitter @patricialarasa