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Acuerdo tardío

El Presidente se empeñó en su punto, dejó crecer la protesta, y no evitó -al desactivarla a tiempo- los muertos, los heridos, la carestía, el malestar y las pérdidas millonarias que a los empresarios les dejó el bloqueo de la vía

7 de abril de 2019 Por: Patricia Lara

Después de 26 días de bloqueo de la carretera Panamericana por la minga indígena, por fin se llegó a un acuerdo provisional que contempla la inversión de 800.000 millones en territorios indígenas por parte del gobierno, y el desbloqueo de la vía por 36 horas mientras el presidente Iván Duque va a dialogar con los dirigentes de la minga.

Sin embargo esa solución tomó demasiado tiempo.

Por una parte, Duque se dejó sorprender por una situación que desde hace tiempo se gestaba, y no hizo nada para evitarla. Es decir, no hizo lo que en un velado jalón de orejas por Twitter dijo el senador Uribe que había hecho él: “Nunca permití bloqueos, llegábamos antes”.

Por otra, se metió en la sin salida del punto de honor y se empeñó en que él no dialogaría con los indígenas mientras no lo levantaran. Pero si en medio del bloqueo tenía a sus ministros, es decir, al gobierno, dialogando con ellos, ¿qué trabajo le costaba, por ejemplo, inventarse un taller Construyendo País con la minga, como se lo sugirió el defensor del Pueblo Carlos Alfonso Negret?

Pues no, el Presidente se empeñó en su punto, dejó crecer la protesta, y no evitó -al desactivarla a tiempo- los muertos, los heridos, la carestía, el malestar y las pérdidas millonarias que a los empresarios les dejó el bloqueo de la vía. Es que Duque, definitivamente, no ha aprendido a manejar esas situaciones: no es sino recordar cómo dejó crecer la protesta estudiantil, toreó a los estudiantes al reunirse sólo con los rectores y acabó cediendo y negociando con los estudiantes directamente. ¿Cuántos problemas se hubiera evitado si lo hubiera hecho desde el principio?

Y con el Eln pasó lo mismo. En columna publicada aquí el 2 de diciembre, titulada ¿Duque quiere guerra?, yo respondía: “Así parece, a juzgar por el punto muerto en que el gobierno tiene la negociación con el Eln, la cual, como Duque la ha planteado, no avanza y en cambio sí puede conducir a que ese grupo se canse de insistir en que por favor alguien vaya a La Habana a conversar con ellos; concluya que con Duque no hay caso; y opte por volver a la guerra”. Un poco más de un mes después, ocurrió el horrendo atentado a la Escuela de Policía General Santander en Bogotá.
¿Cuántos muertos y cuánto dolor no se hubieran evitado si el Presidente no se hubiera enredado en los puntos de honor en que se entrampó con el Eln, siendo que ellos hubieran podido tratarse en la mesa de negociación?

Y volviendo a la minga, ¿qué trabajo le hubiera costado a Duque ir al principio a hablar con los indígenas como lo hicieron sus antecesores Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe? Así lo demuestran las fotografías del maestro Jesús Abad Coronado, publicadas en Semana. Santos, incluso, les pidió perdón a los indígenas por la estigmatización en su contra y por los muertos que les causó el conflicto. Y lo mismo debería hacer Duque pues los siguen estigmatizando y siguen siendo víctimas de la violencia, sin que el gobierno haga nada efectivo para evitarlo.

Los indígenas tienen razón en muchos de sus planteamientos. Gran parte de la tierra que les han dado es inproductiva. (Recomiendo la columna del experto Alejandro Reyes
Posada: https://www.elespectador.com/opinion/la-solucion-constitucional-de-la-minga-indigena-columna-848732). El problema indígena tiene solución. Pero, para encontrarla, primero hay que respetar a los indígenas, mirarlos a los ojos... Y eso le corresponde hacerlo al Presidente de todos los colombianos.

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Nota: Por motivo vacaciones, esta columna reaparecerá el próximo 5 de mayo.

Sigue en Twitter @patricialarasa