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Paradojas

En los tiempos de la nueva normalidad (que creímos consistía en incorporar una serie de hábitos higiénicos), se hizo patente la anormalidad de nuestra vieja forma de vivir.

13 de junio de 2021 Por: Paola Guevara

Resulta paradójica esta época. En los tiempos del tapabocas, fue cuando se gestaron las grandes protestas sociales que implicaron quitarse la máscara, abrir la boca, denunciar, gritar, alzar la voz.

En los tiempos del distanciamiento social, cuando la cercanía de la propia familia resultaba un peligro potencial, fue cuando más se alzaron movimientos de masas que marcharon unidas, codo a codo, hombro a hombro.

En los tiempos de la burbuja personal, que prometía mantenernos a salvo y con vida, más personas se atrevieron a reforzar los vínculos de lo colectivo, de lo grupal, y de esto no se salvó sector alguno, porque la tendencia de retorno al clan recorrió la sociedad entera desde los barrios marginales hasta los centros del poder.

En los tiempos de un virus “invisible”, se visibilizó como nunca el virus de la pobreza, de la injusticia social, de la falta de oportunidades, que siempre estuvo allí pero se había vuelto paisaje cotidiano a fuerza de ignorarlo.

En los tiempos del enemigo biológico que no podíamos ver, pasamos a ver enemigos de carne y hueso. Dentro de la misma ciudad se enfrentaron los intereses, las visiones, los poderes, las estructuras mentales y sociales.

En los tiempos de las alacenas caseras abastecidas por miedo, pasamos al desabastecimiento de las despensas comunes, las plazas de mercado, los almacenes, las grandes superficies.

En los tiempos del cuidado personal, hubo destrozo de lo social. Subieron a los estrados de lo heroico los médicos, los científicos, y cayeron del pedestal las estatuas, los conquistadores, y hasta los futbolistas.

En los tiempos de la nueva normalidad (que creímos consistía en incorporar una serie de hábitos higiénicos), se hizo patente la anormalidad de nuestra vieja forma de vivir.

Descubrimos que muchos aspectos de nuestra mal llamada normalidad eran anormales. Anormal tener privilegios que a otros les han sido negados. Anormal vivir de cierta manera en una ciudad donde otros carecen de las más elementales condiciones de dignidad. Anormal que unos niños sigan sus clases por zoom, y a otros se les niegue el derecho a aprender por haber nacido en un barrio distinto.

Paradójico, que de lo privado hayamos pasado a lo público, del bozal a la voz, de lo invisible a lo visible, de lo distante a lo conglomerado, de lo individual a lo colectivo, de lo normal a lo anormal.

Hemos asistido a una movilización de estructuras mentales. Hemos visto la sombra, la realidad sin filtro de los que somos como sociedad, y de ello puede salir, ojalá, una nueva conciencia de lo que nos une.
Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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