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Cali busca Alcalde(sa)...

Si las ciudades no son queridas se rompen los códigos sociales, como aquí ha ocurrido, y el respeto por lo mínimo desaparece.

28 de enero de 2023 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

A diez meses de ir a las urnas, la campaña por la Alcaldía de Cali ya arrancó. El más reciente y ‘viral’ anuncio que alborotó el avispero fue el de Tulio Gómez, dueño del América y Agromercados La Montaña, quien ha dicho que sí, pero no: que sí le interesa, pero que no descarta una alianza y por ahí un par de fotos demuestran que le ‘coquetean’ a este empresario ‘rock star’.

Su nombre se suma al listado en el que ya vienen sonando Roberto Ortiz, concejal y excandidato; Miyerlandi Torres, exsecretaria de Salud; Juanita Cataño, exdiputada del Valle; Danis Rentería, exsecretario de Paz; Deninson Mendoza, exgerente de TeleMedellín; Diana Rojas, exconcejal; Wilson Ruiz, exministro de Justicia; Catalina Ortiz, excongresista; Juan Martín Bravo y Ana Erazo, concejales; Darschan Ocampo, edil; Alejandro Eder, excandidato y exconsejero nacional, y los abogados Hernando Morales y Élmer Montaña.

Sin duda, esta contienda cobra vital interés, no solo porque medirá las fuerzas del Pacto Histórico en las elecciones regionales de todo el país (en Cali, el 63,76% votó por Petro), así como las de otros partidos, sino también por la baja popularidad que acompaña a Jorge Iván Ospina, a quien muchos no ven la hora de que se le termine el mandato.

Pero más allá de los cálculos políticos, lo que está en juego en la capital del Valle es mucho más. Y eso es fundamental que lo entiendan quienes quieren gerenciarla. Cali busca y necesita un (a) gobernante que concite y reanime el interés de una ciudad que parece resignada a su suerte, salvo por esfuerzos ‘golondrina’ que no hacen verano. Una ciudad fragmentada, donde prima la anarquía, la desconfianza, y que perdió el sentido de pertenencia.

Algo muy grave pasó en el alma caleña. Insisto en ello, porque es más que poesía a la nostalgia. Si las ciudades no son queridas se rompen los códigos sociales, como aquí ha ocurrido, y el respeto por lo mínimo desaparece. Se violan las normas de tránsito, las caravanas fúnebres son desfiles de terror, se propone legalizar los piques, se tugurizan vías, hay lugares que atemorizan y así sucesivamente. Aquí la teoría de las ventanas rotas (el desorden propicia el delito) dejó de ser retórica para explicar por qué, desde hace mucho ya, reina la intranquilidad. El hurto es un delito invencible y el semáforo en rojo, una oración eterna de segundos, para que nada malo pase. Igual oramos en la esquina, el parque, el restaurante. Sí, hay muchas ciudades agobiadas por la delincuencia, pero en esta es muy alta y no es la única razón para preocuparse.

Cali urge de un líder político y social, con una convicción auténtica de servicio y las manos pulcras. Que redireccione la ruta hacia el progreso, explotando un montón de fortalezas nuestras que bien manejadas nos hacen tierra fértil, competitiva y atractiva. Que movilice acciones positivas. Libre de arrogancia, populismo y discurso de clases. Es preciso que los aspirantes elijan propuestas y no divisiones, alianzas y no componendas, honestidad y ni un ápice de corrupción. No puede ser una utopía. Debería ser regla.

Tampoco buscamos ángeles, pero no queremos demonios, de esos que perfuman muy bien sus hojas de vida y al final terminan gobernando para sus cuentas bancarias y su ego. Estoy segura de que si un candidato o candidata logra comprender la importancia de lo que aquí se juega, pasará a la historia si logra sacarnos del atolladero y convertirnos en la ciudad pujante, cálida y segura que merecemos ser. ¿Les suena, aspirantes? @pagope

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