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"Toco y me voy..."

El nombre de Maradona, aunque a muchos les suene increíble, desafía los equilibrios entre la razón y la pasión..

27 de noviembre de 2020 Por: Ossiel Villada

Más que la noticia en sí misma, lo que realmente me ha impactado de la muerte de Diego Maradona es ver la reacción de sus hinchas en el mundo entero.

Muchos dirán que no hay nada de sorprendente en ello. Que la historia está marcada por las huellas de miles de personas que, al morir, nacieron para la inmortalidad. Que la lista la encabeza nadie más y nadie menos que Jesús de Nazaret, así que mejor no exagerar.

De acuerdo. Tienen razón. Pero no por ello dejan de sorprenderme y conmoverme las reacciones generadas por la conjunción de tres situaciones muy específicas: la muerte del ídolo más grande del que es el deporte más popular del planeta en la era de la mayor capacidad de difusión de información que haya tenido la raza humana.

Y eso no es cualquier cosa. Todas las portadas físicas y digitales de todos los medios de todos los rincones del mundo tuvieron ayer la foto de Maradona. No faltó uno solo por registrarla.

Algo que, guardando los límites de respeto hacia las creencias de cada uno, pone en contexto y permite dimensionar la realidad de esa frase que hoy repiten los argentinos entre lágrimas: “Murió Dios”.

Pero el asunto va más allá de una simple frase emotiva. El nombre de Maradona, aunque a muchos les suene increíble, desafía los equilibrios entre la razón y la pasión. Traslada al ciudadano del Siglo XXI el viejo problema filosófico del Siglo XVIII entre el ser y el deber ser.

Hoy todas las redes sociales, los comedores de las casas, las conversaciones de esquina, las alcobas de los esposos, los chats de WhatsApp están llenos -con mayor o menor profundidad- de conversaciones sobre un dilema ético y moral: ¿Es posible desligar al hombre de su obra? ¿Cómo idolatrar a Maradona y condenar a Diego?

Me asombró, incluso, encontrar en Twitter la proclama urgente que un grupo de mujeres argentinas se sintió obligado a hacer: “¿Por qué queremos tanto al Diego si somos feministas?”, se titula el documento.

¿Se imaginan el lío tan tremendo? Tener que explicar a otras mujeres que profesan el credo antipatriarcal por qué se ama irracionalmente a un hombre ícono del patriarcado.

No las critico por ello. Es la vida. Eso somos. Por encima de esa narrativa sobre la competitividad y la perfección que tanto promueve el marketing deportivo, es la contradicción lo que mejor refleja la condición humana.

Maradona, parafraseando a mi colega César Polanía, es quizá el dios que mejor refleja al hombre. Y su religión -el fútbol-, es quizá la expresión más completa del concepto de la evolución humana.

No se necesita ser hincha. Basta ver los dos goles de Maradona frente a la selección de Inglaterra en el Mundial de México 86 -uno manchado por la trampa y otro designado como el mejor de toda la historia-, para entenderlo.

El fútbol resume las leyes de la física, desafía los presupuestos de la lógica, explica los principios de la geometría, retrata las formas de la belleza, rememora las estrategias de la guerra, contiene los elementos de la música, camina entre el absurdo y el asombro, refleja la ambición desmedida del hombre y recrea el heroísmo inherente a este complejo ejercicio que es vivir.

El momento milagroso del gol condensa toda la indomable determinación de avance de la humanidad contra el tiempo y la adversidad. Y por eso es una conexión que nos hermana con miles de desconocidos en todo el planeta.

Es la comprensión de todo eso, expresado en millones de corazones tristes, lo que me conmueve con la muerte de Maradona. Tanto dolor y tanto amor juntos por una sola persona, tanta gratitud sin distingo de camiseta, tanta humanidad ardiendo sin límites en esta era de la fría tecnología, tanta fragilidad recuperada cuando la melodía de la muerte dice “toco y me voy...”.

(*Toco y me voy - Bersuit Vergarabat - Buenos Aires, 2000). En memoria de Diego Maradona. Y dedicado a todas las almas que hoy se sienten huérfanas por su partida.

DIEGO MARADONA - TOCO Y ME VOY

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