Educación ‘sin alma’

Muchos denuncian que en el país abundan los colegios ‘sin alma’, como este, donde el manual de convivencia está por encima de la Constitución Nacional, del derecho a la educación de los niños, del elemental sentido común y de la empatía que tanto necesita esta sociedad.

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Foto de referencia. Migración Colombia tramitó la deportación de la colombiana Echeverría desde Suiza. | Foto: Archivo de El País

17 de feb de 2022, 11:40 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:30 p. m.

El video que se hizo viral muestra cómo en un colegio de una zona popular de Bogotá se le negó la entrada a una alumna, de solo 10 años, porque no llevaba los tenis blancos de su uniforme. Sus padres argumentaron que no tuvieron dinero para comprarlos, pero un funcionario del colegio se ‘ranchó’ en que no podía entrar porque estaba violando una norma del manual de convivencia. La niña terminó llorando, humillada y sin clases.

Parecía otro de esos escándalos virales, que surgen y desaparecen como espuma en internet, pero a raíz de ese hecho se ha desatado en redes sociales una larga e intensa conversación en la que es evidente el enorme malestar de miles de colombianos con el actual modelo educativo.

Muchos denuncian que en el país abundan los colegios ‘sin alma’, como este, donde el manual de convivencia está por encima de la Constitución Nacional, del derecho a la educación de los niños, del elemental sentido común y de la empatía que tanto necesita esta sociedad.

Colegios que siguen haciendo gala de la exigencia de una enorme cantidad de ‘útiles inútiles’ al inicio de cada año escolar.

Colegios donde la enseñanza está tan permeada por los prejuicios sociales, raciales y religiosos de directivos y docentes, que las normas anacrónicas son pan de cada día: las niñas deben ir en falda y los niños en pantalón. El cabello de las niñas se debe alisar o recoger, especialmente si son niñas afro. Hay que rezarle el rosario a determinado santo, aunque en el papel se proclamen como instituciones laicas. Y mucho más.

Pero hay dos asuntos en los que el cuestionamiento es generalizado: los horarios de las jornadas escolares y la carga de tareas que se pone a los estudiantes en muchas instituciones.

Sobre el primero no hay mucho qué decir. El panorama matinal de cualquier ciudad colombiana está plagado de ‘niños zombies’ que debieron levantarse entre las 4 y 5 de la mañana para llegar a un salón de clase a las 7.

Esa obsesión malsana con la idea de madrugar, que en el sistema educativo se lleva al extremo, no genera estudiantes con más capacidades ni mejores seres humanos, sino todo lo contrario. Y eso sin contar su efecto negativo en la salud de los docentes y el bienestar de las familias.

El segundo asunto, el de la carga académica excesiva que se pone sobre niños y jóvenes en muchos colegios, tampoco tiene mucho misterio: es el reflejo de una visión perversa que privilegia el negocio educativo, por encima de la educación.

La apuesta de algunos colegios es lograr, a toda costa, que sus alumnos obtengan los más altos puntajes en las pruebas del Estado, porque este es el mecanismo más fácil para competir. ¿Y qué tiene de malo eso?, me dirán.

Pues nada. Por supuesto que necesitamos seres humanos mejor preparados intelectualmente para vivir en una sociedad cada vez más competitiva. Pero, sobre todo, necesitamos mejores seres humanos.

Y eso no se logra tratando a nuestros niños como simples contenedores en los que se vacían cada día toneladas de información que no alcanza a ser procesada a conciencia. Mucho menos aún si en ese proceso de ‘llenado automático’ los hacemos infelices y borramos de su corazón un preciado don: la poderosa alegría de aprender.

Por demás, a juzgar por los preocupantes resultados de las Pruebas Saber en 2021, ese enfoque mercantilista ni siquiera sirve para crear esas ‘máquinas’ del saber que muchos buscan. Así que la necesidad de dar a nuestros niños una educación integral y de calidad no puede quedar reducida a un simple asunto de mercado.

Por estos días, en los que miles de políticos hablan de la educación como un asunto etéreo, este diálogo espontáneo en redes sociales tiene un valor enorme. Paradójicamente, ninguna autoridad educativa participa en él. Y es lo más grave. Porque no se trata solo de un par de tenis blancos.

Periodista y economista. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'

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