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Tiempos recios

Para Vargas Llosa, el derrocamiento de Arbenz, fue un factor de peso que llevó a Fidel Castro a romper sus vínculos con Estados Unidos que eran poderosos, para evitar que le pasara lo mismo. Hasta razón tendría.

1 de noviembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Dice Mario Vargas Llosa sobre su nueva obra Tiempos Recios, que se trata de una novela de ficción en un contexto histórico. Un género novelístico muy atractivo que se denomina novela histórica, porque reconstruye con verosimilitud una época en la cual se mueven personajes reales y ficticios. Al final son obras políticas, porque los personajes de ficción son sólo recursos técnicos para contar bien contada una historia real de importancia, que es casi siempre una denuncia.

El género ha tenido representantes ilustres en todos los idiomas. Quizás el más famoso de todos sir Walter Scott, con sus novelas escritas en el Siglo XIX sobre episodios de la historia de Inglaterra y Escocia en los siglos anteriores, que fueron leídas como una forma de nacionalismo. O Maurice Druon en Francia, quien recrea maravillosamente en el Siglo XX, el reinado de Felipe IV, el Rey de Hierro, en Los Reyes Malditos que son Felipe y sus hijos, en quienes muere la dinastía Valois en el Siglo XIV, para dar paso a la consolidación de la nación francesa alrededor del poder absoluto de los Borbones.

Pero en español Vargas Llosa es quien ha llevado ese género a su máxima expresión, con tres novelas extraordinarias, voluminosas, llenas de sucesos ciertos e imaginarios, sobre tres episodios de crueldad infinita: La Guerra del Fin del Mundo sobre la guerra de Canudos sucedida en 1897 en el nordeste brasileño, en medio de la sequía, la pobreza y el misticismo, que es el acallamiento inmisericorde de una rebelión popular; El Sueño del Celta, la biografía de Roger Casement, quien revela al mundo la explotación sin nombre de los caucheros en el Congo Belga y Perú, a fines del Siglo XIX cuando el caucho se vuelve un producto de primera necesidad para la movilización de los ejércitos; y la Fiesta del Chivo, que es la reconstrucción del asesinato en 1961 de Rafael Leonidas Trujillo, el dictador perpetuo de República Dominicana, su sangrienta tiranía y las consecuencias de ese magnicidio justificado.
Tiempos Recios, que acaba de ser publicada, completa ese panorama de las miserias de América Latina, con la reconstrucción del derrocamiento del presidente constitucional de Guatemala, Jacobo Arbenz en 1954, que pasó a la historia como la sabia decisión del gobierno de Eisenhower de impedir una cabeza de playa de la Unión Soviética en América, cuando en realidad era la presión de la United Fruit Company para que un gobierno progresista no dañara el negocio del banano con reivindicaciones sociales a sus trabajadores explotados sin consideración alguna.

Los cuatro son libros de ficción que se suman a esa otra gran obra de ficción, muy mal escrita, que es la historia oficial de esos mismos sucesos. El valor de rescatar del piadoso olvido esos acontecimientos es infinito, aunque sean los relatos de grandes fracasos. Queda el gesto de rebeldía de los desposeídos del Sertón, de los esclavos de la Casa Arana, de los trabajadores a destajo de la United Fruit Company; de las víctimas de la dictadura dominicana, que son iguales a las de todas las dictaduras. Es la función política de la buena literatura cuando no es abiertamente política.

Eventos no sin consecuencias. Para Vargas Llosa, el derrocamiento de Arbenz, fue un factor de peso que llevó a Fidel Castro a romper sus vínculos con Estados Unidos que eran poderosos, para evitar que le pasara lo mismo. Hasta razón tendría.

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