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La elegancia es eterna

George Herbert, V Conde de Carnavon, tuvo la inteligencia de casarse por dinero y la debilidad de enamorarse de su mujer.

22 de febrero de 2019 Por: Óscar López Pulecio

George Herbert, V Conde de Carnavon, tuvo la inteligencia de casarse por dinero y la debilidad de enamorarse de su mujer. Ella, la bella Almina, era según todo indica, hija ilegítima de Alfred de Rothschild, el hombre más rico de Inglaterra y su heredera.

Judíos ennoblecidos, los Rothschild eran lo suficientemente ricos como para haber financiado en 1875 la compra para Inglaterra de las acciones del Canal de Suez, operación dirigida por otro judío ennoblecido, Benjamín Disraeli, conde de Beaconsfield, primer ministro del Reino.

Así que la millonaria dote de Almina que iba a reforzar las flacas finanzas de los Carnavon, no era mayor cosa para los Rothschild, pero le permitió al V Conde sostener su estilo de vida de gran dandy, el castillo de Hihgclere, que luego sería famoso porque allí se desarrolla la serie de televisión Downton Abby, además de otras cosillas como su pasión por la egiptología.

Junto con Howard Carter se embarca en la aventura que resultaría en el más extraordinario acontecimiento arqueológico hasta entonces, el descubrimiento en 1903 de la pequeña tumba del Faraón Tutankamón, atiborrada de tesoros, sólo superado quizás en grandiosidad por el hallazgo accidental en 1974 del ejército de terracota que custodiaba la tumba del primer emperador de China, Qin Shi Huang, cuyo mausoleo aún no ha sido encontrado.

Lo que había dentro de esa tumba, cuyos sellos estaban intactos, era cosa de no creerse: la más variada, rica, sofisticada colección de objetos y joyas de un particular momento de esplendor de la cultura egipcia, la dinastía XVIII que reinó 1300 años antes de Cristo. Muerto a los 19 años y faraón desde la infancia, Tutankamón representa la restauración de la casta sacerdotal de Amon abolida por Akenatón y su loca idea de la existencia de un solo dios. A su muerte prematura todos los tesoros que lo acompañarían en la vida eterna, de una cultura poderosa que giraba alrededor de la muerte, fueron enterrados con él.

Carter tarda años de minuciosa labor y extensas peleas con el gobierno egipcio en desocupar la tumba cuyo contenido ocupa hoy todo un piso del Museo de Antigüedades Egipcias de El Cairo, y será la atracción principal del nuevo museo, que se construye al pie de las pirámides y se considera la obra más importante hecha en Egipto después de las pirámides mismas.

Toda esta historia que se ha contado muchas veces para decir que Zahi Hawass, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, y el fotógrafo Sandro Vannini han producido el más espectacular libro: ‘Los tesoros de la tumba’. Editado originalmente por Thames and Hudson de Londres y en su edición española por Ediciones Akal, e impreso en China, un ejemplar ha llegado por afortunada casualidad a la biblioteca del tío Baltasar, quien ha revisitado esas maravillas con más detalle del que recuerda de su ya lejana visita a Egipto.

317 objetos fotografiados a color, oro sobre negro, en gran formato, con las cámaras más modernas, en el orden en que fueron extraídos de la tumba, con su correspondiente explicación técnica, es el más suntuoso recorrido por un mundo que hace tres mil años era más refinado que el nuestro. El Art Deco, que es el sumun del refinamiento del Siglo XX, se inspiró en ese estilo, lo cual es un sólido argumento para decir que la elegancia es eterna, que era lo que se quería demostrar con esta nota, un tanto pretenciosa.

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