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Angela Cuevas de Dolmetsch

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ONU Nueva York

Pareciera que se estuvieran evitando los temas más espinosos que enfrenta el feminismo, como las relaciones con los trans, que cada día se vuelven más complejas...

22 de marzo de 2024 Por: Angela Cuevas de Dolmetsch

Tenía mucho susto de volver a Nueva York. Lo encontré limpio y sin indigentes, se respira aire de prosperidad. La última vez fue en aquel marzo del 2020, cuando no pudimos viajar y tuvimos que esperar más de un año para recibir el reembolso del apartamento que habíamos alquilado para asistir a la Comisión del Estatuto de la Mujer en las Naciones Unidas. Llegó la pandemia y todo se volvió virtual. El mundo regresó a su curso, aunque nunca a lo que era antes. Las amistades se volvieron Zoom, o Google Meet.

Conocimos mujeres increíbles, que nunca tocamos ni sabemos qué perfume usan. Hablamos semanalmente con ellas, compartimos sus llantos, alegrías y emociones. Así es el grupo de la Economía del Regalo Maternal y además desde la pandemia hemos realizado 60 seminarios, donde se discute todo tipo de temas que tienen que ver con la mujer. Es mucho lo que hemos aprendido, es una universidad del saber.

Esta vez, me habían encomendado que llevara una controvertida ponencia relacionada con la violación de los derechos de las mujeres y los niños de Gaza. Era una tarea compleja, pues ese no era el tema principal de la Conferencia y aunque António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, en su discurso de apertura mencionó los derechos de las mujeres en los países en guerra, Gaza fue solo uno de ellos, acompañado de Haití, Sudán, Siria y Ucrania, donde las víctimas femeninas son incontables.

El tema principal de la sesión número 68 fue acelerar los procesos de igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas, en relación con la pobreza, fortaleciendo a las instituciones y financiando con perspectiva de género. Pareciera que se estuvieran evitando los temas más espinosos que enfrenta el feminismo, como las relaciones con los trans, que cada día se vuelven más complejas, pues como me decía una feminista, ellas son hombres, en el deporte corren más, nadan más rápido y se pelean a puños como ocurrió en una manifestación hace algunos años en Picadilly Circus, Londres.

Hubiera sido el caso manifestar que las mujeres no queremos parir más hijos para la guerra. Tampoco el gran flagelo de la violencia contra la mujer, los feminicidios, los cuerpos de las mujeres como botín de guerra.

Qué tristeza que, en el Siglo XXI dentro de las cuatro paredes de la familia nuclear, en crisis, en todas las clases sociales y en los más altos y bajos niveles educativos, a las mujeres las golpean, las vituperan y las esclavizan económicamente. Los procesos legales no progresan y los feminicidios cometidos por príncipes asesinos siguen impunes. Tuve la oportunidad de oír dos casos de personas socialmente opuestas y ambas no obtuvieron respuesta inmediata cuando trataron de encender la alarma en contra del hombre que las golpeaba. Los procesos fueron engorrosos y finalmente al violento no lo castigaron. Estos temas estuvieron ausentes de la Comisión del Estatuto de la Mujer.

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