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¿Qué es un mal gobierno?

Se hizo una consulta anticorrupción para precisar objetivos pero a pesar de que fue recibida con euforia por algunos e hipocresía por otros no se nota que haya hecho mella en la conducción administrativa ni en la conducta moral.

29 de enero de 2019 Por: Ode Farouk Kattan

En la medida que Colombia ve que sus problemas, en vez de solucionarse, se están complicando en forma tal que personas con visión y expresión (incluyendo las calificadoras internacionales) comienzan a mostrar alguna inquietud por el estado de cosas nacional, más allá de lo que regularmente puede ser catalogado como coyuntural, el gobierno, cualquiera sea su figura política, comienza a desacreditarse.

La acumulación de situaciones difíciles no nos ha sido ajena y nos hemos acostumbrado a creer que las hemos sorteado con respuestas administrativas confeccionadas a somatén para con su estridencia hacer creer que los problemas se han controlado, y, peor engaño aún, que al hacerlo se han abierto los horizontes para futuras bonanzas.
Pero nunca como ahora se ha sentido una desazón preocupante, adobada por ver a otros países cercanos y lejanos mostrar angustias, muchas que se nos parecen.

Mal hacemos en pensar que esas angustias se pueden resolver a punta de cuento. Ellas requieren reformas sustanciales que no parecen estar en la mente y decisión de la dirigencia general del país, que ya es claro que tiene el rumbo colectivo perdido en sus ambiciones personales, que han impedido crear un buen gobierno, en el amplio sentido de la palabra.
El diccionario de la lengua define gobierno como el conductor de la sociedad, tanto en el diseño y realización del desarrollo de su bienestar colectivo equitativo como en el ejemplo moral de la buena conducta administrativa.

En el marco de gobierno se cobija a todas las entidades y personas que en alguna forma acceden a un puesto con un juramento, el de cumplir con los deberes del cargo, comprometiéndose a que si no lo hacen, Dios o la ley se lo demandará.

Colombia ha venido experimentando una falta de compromiso de su clase dirigente gubernamental y social con con las obligaciones de conducir y ‘aconductar’, al punto de haber tenido que adelantar una consulta popular respecto a si el país ‘querría’ tener una política anticorrupción, cosa que ‘per se’ nos descalifica moralmente pues la corrupción no debería existir en ninguna forma, y de hacerlo, tendría inmediato remedio. Se hizo una consulta para precisar objetivos pero a pesar de que fue recibida con euforia por algunos e hipocresía por otros no se nota que haya hecho mella en la conducción administrativa ni en la conducta moral.

El mayor ejemplo de ello es el ‘maremagnum’ que ha adornado la reforma tributaria que desnudó públicamente hasta dónde es imposible corregir a somatén (vulgo palos de ciego) los errores acumulados en mucho tiempo por desidia, corrupción o simple ‘ensayo y error’ y capricho académico repetitivo, que es la mayor prueba de la existencia de mal gobierno, malas leyes, malas orientaciones y ejecutorias, y todos los etcéteras, que son los que nos llevan a tener una mala sociedad y un mal orden público, que, también nos lo define el diccionario, es la sumatoria de todos los órdenes que en su conjunto son el total del comportamiento social y gubernamental.

Solamente cuando nuestros gobiernos se ajusten en su comportamiento a una interpretación y ejecución apropiada de lo que nos dice el diccionario respecto a conducir y ‘aconductar’ tendremos buenos gobiernos.