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La hacienda pública

En Colombia el empleo por crecimiento de la economía no es una realidad sino un discurso gubernamental estorbado por un aparato tributario y una politiquería asistencialista.

16 de septiembre de 2018 Por: Ode Farouk Kattan

La hacienda pública está definida como la entidad que se ocupa en la recaudación o inversión de las rentas del Estado. También como el conjunto de rentas del Estado.

La maneja un ministro, que como su nombre lo indica administra los ingresos y los egresos. En Colombia, los del Gobierno Nacional.

Cuando hay cambio de gobierno regularmente al ministro que nombre el Presidente le toca revisar la caja, como se diría en cualquier negocio, y es también rutinario que durante el empalme de gobiernos como en la posesión del cargo, el ministro se dé cuenta de que la plata no le va a alcanzar por los huecos fiscales que el gobierno anterior deja, y que tiene que llenar esa caja con la plata que recaude en su gestión, y que por regla general dan por sentado que no les va a alcanzar.

Esto ha conducido en los últimos años a una maldición gitana que se llama “la reforma tributaria de cada año” (reminiscente del “pan nuestro de cada día”, del padre nuestro) que simplemente desdice de la capacidad de nuestra planificación que precisamente está definida como la visualización del futuro para preverlo y proveer para manejarlo.

A nosotros el futuro nos está cogiendo siempre con los pantalones abajo. Y desafortunadamente es la población la que termina pagando los platos rotos, pues repetidamente los gobiernos no tienen otra salida que el gasto público, alimentado por la Hacienda Pública que, a su vez, se alimenta con los impuestos.

Surge aquí el tema del crecimiento económico y social, que significa estimular los factores de producción que en espiral van agregando valor y cantidad a la economía, nutriendo la capacidad de compra de la población, y más importante, la capacidad de la industria y el comercio para crecer en ventas y en capacidad de proveer más, y valga decir, mejor crecimiento del empleo, que es lo único que puede evitar las crisis recurrentes, y que el gobierno tenga que quitarle a la gente lo que se ha ganado con mucho esfuerzo y poca ayuda del Estado.

Infortunadamente, en Colombia el empleo por crecimiento de la economía no es una realidad sino un discurso gubernamental estorbado por un aparato tributario y una politiquería asistencialista. Esto está más que comprobado por el listado de huecos fiscales que el Ministro de Hacienda tiene que llenar con el alza tributaria que debe recoger, que crece cada vez más, y frena nuestro desarrollo real.

El problema es que el crecimiento burocrático no productivo del gobierno está superando el de la capacidad de la población productiva para crecer económicamente, y este desequilibrio es el gran hueco fiscal recurrente, que puede llegar a destruir al país.

Ahora, la experiencia nos enseña que las reformas tributarias se presentan con unas propuestas que paulatinamente van variando al tenor de la influencia que ejerzan los diferentes sectores de interés, que buscan quedar mejor colocados, en perjuicio de los sectores con menor influencia.

Así, la reforma se frustra y por eso no duran sus esperados esfuerzos y al tiempo hay que hacer otra, con gran desgaste del espíritu empresarial y descrédito de la capacidad del país para manejarse.