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De derechas, centros e izquierdas

En este momento no hay un solo país de América Latina que no tenga conflictos internos poblacionales y vecinales, en las más diversas formas de lucha interna y externa.

6 de noviembre de 2019 Por: Ode Farouk Kattan

En este momento no hay un solo país de América Latina que no tenga conflictos internos poblacionales y vecinales, en las más diversas formas de lucha interna y externa, cosa que ya hace creer que hay un Estado fallido generalizado en las excolonias españolas y portuguesa.

Las luchas por las independencias hace doscientos años, luego de las batallas que se libraron para repeler las pretensiones de los Borbones para reponer los tesoros con los cuales Napoleón financió su guerra europea, se mostraron en las banderas y escudos e himnos nacionales propios de la conformación de Estados, pero se quedaron en patriotismos de ilusión por los vaivenes politiqueros que fueron la esencia del reparto del botín patrio.

Peor aún, los ancestros aborígenes, acompañados por los africanos, que se utilizaron para servir, fueron quedando rezagados ante la ventaja cultural que durante muchos años lideró la colonia.

No se puede negar que hubo mucho esfuerzo por parte de personas con visión de patria colectiva para estructurar un real país.

Pero tampoco se puede desdeñar la ambición que fue la enemiga de la nacionalidad diversificada, y fue así como en los primeros cien años de la independencia las colonias liberadas de las metrópolis sufrieron por los acomodos, desacomodos y reacomodos que siguieron a la organización política, muchos de los cuales obstaculizaron estructuras político-sociales realmente progresistas.

Así las cosas la etapa de reorganización de las colonias fue un tiempo perdido en oportunidades como las que sí aprovecharon Estados Unidos y Gran Bretaña para industrializarse y vendernos por el doble o el triple lo que les vendíamos por la mitad o menos. Latinoamérica se convirtió, así, en una elite rica con poblaciones pobres.

A pesar de que en los años 90 se sacudió el interés por industrializar (sin saber lo que es industrializar, falencia que todavía nos acompaña) y algunos países cobraron una dinámica importante, lo hicieron en forma tardía, e insuficiente en relación a sus poblaciones pobres de menor capacidad (campesinos, aborígenes y africanos).

Vale rememorar como ejemplo la usanza de los antiguos monarcas que desde sus tronos en sus reuniones gustaban ser acompañados por sus favoritos sentándolos a su derecha, en desdén de sentar a los que no les eran de su gusto a la izquierda, creando la lucha de clases.

En la medida que las luchas de clase se fueron haciendo más enredadas, los de la derecha fueron creando un híbrido llamado centro derecha y los de la izquierda creando el centro izquierda y partidos y frentes diversificados y ampliados.

Pero lo grave es que mientras se juega con la terminachología escolástica propia de numerosos discursos en costosos espacios de reunión y poca unión, hay otro número de personas que vienen exigiendo soluciones prontas, que se prometen pero no se ven.

Y esto es lo que ha ocurrido, muchas veces por engaño, con insultante frustración, otras con represiones con consecuencias que rompen la colectividad y destruyen la nacionalidad, siendo esta última visible en los medios de comunicación a medida que la iracundia comienza a crear talantes belicosos, en bastante número en estos días.