Columnistas
Oda al cartero
El profesor Fragoso era el encargado de leer los nombres de los destinatarios los viernes, como para alegrarnos el fin de semana.
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17 de nov de 2025, 01:52 a. m.
Actualizado el 17 de nov de 2025, 01:52 a. m.
A menudo recuerdo, de una manera tontamente nostálgica, la figura del cartero y del repartidor de telegramas que llegaban al pueblo. Cuando estuve internado en el colegio La Esperanza, en Cartagena, nos llegaban cartas de nuestras madres, tías, hermanas y, a veces, de las novias.
El profesor Fragoso era el encargado de leer los nombres de los destinatarios los viernes, como para alegrarnos el fin de semana. Mi abuela materna, Marina, era quien más frecuentemente me escribía. Su letra, de tipo Palmer, era hermosa. Sus cartas eran verdaderas crónicas fenomenales: comenzaba contándome los acontecimientos más importantes que ocurrían en el pueblo. Siempre la recuerdo con cariño y nostalgia; ha sido la impulsora natural de mis propias crónicas.
También llegaban las cartas de las novias, en sobres rosados, perfumados, con dibujitos de corazones y caras alegres. Eran motivo de chistes y bromas del profesor, que, aunque era un hombre austero, tenía un humor simpático y contagioso.
Desde tiempos milenarios, el origen del cartero se asocia con aquellas personas encargadas de hacer llegar los mensajes a su destino. Eran conocidos como emisarios o correos, y recorrían grandes distancias a caballo, transportando mensajes en forma de cartas.
Con el paso del tiempo, los carteros comenzaron a desplazarse en vehículos más modernos: primero en bicicletas, luego en motos y automóviles. En España, aparecieron oficialmente en el año 1756, durante el reinado de Fernando VI. En Mesoamérica, surgieron primero en México y después en Chile.
En épocas más recientes, el escritor chileno Antonio Skármeta publicó en 1985 la novela El cartero, que sirvió de base para la película homónima. En Italia, se realizó la versión cinematográfica titulada Il Postino, que por razones comerciales se conoció como El cartero de Neruda. El personaje principal, Mario Jiménez, es un joven pescador que decide abandonar su oficio para convertirse en cartero en Isla Negra, donde la única persona que recibe y envía correspondencia es el poeta Pablo Neruda.
El cartero también fue inmortalizado por Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad, donde relata la historia de un personaje de la región de La Guajira y el Magdalena que recorría los pueblos con su acordeón, llevando mensajes sobre los acontecimientos de toda la comarca. Una noche solariega y oscura se enfrentó al mismísimo diablo… y lo venció tocando el credo al revés.
Las cartas son expresiones de sentimientos: una bella manera de manifestar alegría, tristeza, amor o dolor, con un lenguaje lírico y cariñoso que impulsa emociones y se convierte en fuente de inspiración. Muchas veces contienen mensajes de inocencia, de lealtad y de amor sincero, llevando palabras de afecto a un ser querido o recuerdos a viejos amigos que nunca desaparecen del alma y del corazón.
Gracias al cartero, esos recuerdos siguen vivos a lo largo de los años, impresos en las cartas que hemos guardado por siempre en nuestro corazón.
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