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Los personajes del Mundial

Un Mundial impredecible en un mundo convulsionado. Para empezar, la puesta en escena es en Rusia, más cercano al esquí que al fútbol, protagonista de doping, espionaje y oscuras influencias en las elecciones del mundo.

22 de junio de 2018 Por: Muni Jensen

Un Mundial impredecible en un mundo convulsionado. Para empezar, la puesta en escena es en Rusia, más cercano al esquí que al fútbol, protagonista de doping, espionaje y oscuras influencias en las elecciones del mundo. Italia, ganador de cuatro copas, se quedó en casa, y también Holanda, Chile, y el flojo equipo de EE.UU. En las primeras rondas se rinde Argentina, brilla México, decepciona Alemania, sorprende Nigeria, lucha España, y golean los anfitriones. Y nace la tentación de comparar a los equipos con los países y los momentos políticos que representan.

El maestro de ceremonias de este certamen, Vladimir Putin, con las cámaras del mundo entero enfocadas en Rusia, no ha desperdiciado la oportunidad de convertir su reciente reelección en un baño de popularidad, mostrando el lado suave del país, y convirtiendo al Mundial en un trampolín para su imagen. Hoy asisten más mujeres a los estadios, los policías muestran comprensión más que fuerza, los hinchas cantan en las calles, y el ambiente se empieza a describir como el de ‘una Rusia más feliz’. Mientras su selección anota goles, Putin aparece como un temprano ganador.

La otra cara de la moneda: Jorge Sampaoli, el técnico argentino, cuya Selección obsesionada con Messi tropieza y decepciona. El desembarco del equipo en su primer Mundial post-Kirchner, en un momento en el que el renovado país con el tecnócrata Macri resucita en la arena de los negocios globales, había despertado ilusión. Muy rápidamente quedó claro que los jugadores, como pasa con el propio país, luchan con los fantasmas de siempre, en un lugar donde el triunfo sigue resultando más complicado de lo que parece.

Los equipos europeos son también el reflejo de los tiempos. El pulso continental se juega entre Alemania y Francia. Los primeros, campeones, se ven tan desdibujados en la cancha como Merkel en la Unión Europea. Mientras tanto, los franceses parecen haberse contagiado el brillo y la majestad de monsieur Macron y sus ilusiones de grandeza. Y España, también con fracturas internas y crisis políticas, mantiene firmes las reglas y el timón, y atornilla a su equipo en la baraja de posibles triunfadores.

En un continente fragmentado, Islandia es potente ejemplo del poder de la unión. Un país que cabe en dos estadios se echa a la calle para apoyar a un técnico dentista, un arquero cineasta, jugadores que reparten sal y arreglan autos y juegan como autómatas con profunda disciplina. E Italia no logra consolidar ni su gobierno ni su Selección.

Cruzando el mar, Brasil se salva de la intrascendencia con sorpresas de último minuto, montada en su ilusión y en las altas expectativas. Como el propio país, los jugadores saben vivir entre la incertidumbre y el caos, pensando en un mejor futuro.

Y hay que hablar de México, en vísperas de elecciones, cuyos once jugadores, llenos de ganas, sin miedo y con garra, se ganan el respeto de rivales y televidentes. Ojalá en política sobrevivan a Trump y alcancen su enorme potencial.

Cualquiera pensaría que el fútbol es cada vez menos de países y más de ligas. Al fin y al cabo, el técnico de Colombia es argentino, los de Panamá y México son colombianos y el de Marruecos es francés. El jugador por España Diego Costa nació en Brasil, jugó en el Chelsea y el Atlético de Madrid. Gonzalo Higuaín nació en Francia, juega en la Juventus de Italia y es delantero en la Selección argentina. Pero la identidad y la marca cultural de cada país presente en el Mundial va más lejos de la bandera y la camiseta, para convertirse en un sello nacional evidente y duradero. Y queda la pregunta para Colombia, ¿la joven Selección se podrá comparar con el nuevo Presidente?

Sigue en Twitter @Muni_Jensen