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¿Demasiado inteligentes?

Hace veinte años se reventó la burbuja de las empresas de alta tecnología y se quebraron cientos de compañías de internet.

1 de febrero de 2019 Por: Muni Jensen

Hace veinte años se reventó la burbuja de las empresas de alta tecnología y se quebraron cientos de compañías de Internet. Las causas fueron varias, desde el excesivo entusiasmo inversionista, los gastos desenfrenados, una subida astronómica del valor de las acciones, cálculos demasiado optimistas sobre la nueva economía, y factores económicos externos. La inevitable bancarrota llegó en el año 2000, cuando se esfumaron las fuentes de inversión, llevándose por delante a casi toda la industria. Ya nadie se acuerda de cómo se llamaban las e-empresas que no sobrevivieron.

Del tsunami se salvaron unos cuantos que hoy son gigantes. Facebook, Amazon, Apple, Netflix, y Google (ahora llamadas con la sigla Faang), se convirtieron en los últimos años en verdaderos recursos indispensables que controlan casi todos los aspectos de nuestras vidas, desde el acceso a información, a los productos que compramos, hasta la forma de comunicarnos con los demás. En un sector recién inventado se creó en la década de los 80 un negocio sin reglas, sin parámetros de monopolio, de privacidad, comercio, seguridad y tamaño del mercado. Crecieron sin límite. Estas empresas rompieron las prácticas de gerencia, reinventaron las jerarquías y se inventaron una nueva forma de trabajar, con ropa informal, espacios para compartir ideas, fomento al aprendizaje y al talento, y una sensación general de ilusión y crecimiento sin límites. Los jóvenes del mundo querían vivir los paraísos laborales donde no había corbatas, se jugaba pin-pon en los descansos y las oficinas no tenían puertas. Silicon Valley, aquel enclave californiano se mostró hacia afuera como una verdadera utopía laboral con crecimiento sin límites. Pronto llegaron a las listas de las empresas más grandes, más prósperas y de mejor reputación.

Pero el viento está cambiando de nuevo. El poder desmedido de estas compañías y el impacto que tienen en la vida diaria ha generado grandes reflexiones sobre su alcance. Los consumidores están aburridos de ser espiados, estudiados y manipulados, y las leyes antimonopolio y de ciberseguirdad que llegaron de manera tardía no han sido suficientes para crear los límites requeridos.

Como si fuera poco, las Faang se están empezando a pelear entre ellas, contribuyendo al ambiente turbio y de conflicto. Apple tomó recientemente una medida agresiva al bloquear algunas aplicaciones de sus teléfonos a los empleados de Facebook y Google, demostrando su absoluto monopolio de esta empresa sobre lo que se consulta en los iPhones. En la misma semana se encontró que la aplicación FaceTime, para llamadas con vídeo, permitía espiar a las personas que llamaban antes de contestar. Como reflejo de las crisis y la baja de ventas de los últimos productos, Apple reportó por primera vez en más de diez años disminución en sus ventas y ganancias. Quizás no se va a quebrar, pero ya no vuela.

Facebook tampoco la tiene fácil. Ha perdido confianza de los usuarios tras ser acusados de utilizar información privada en la campaña electoral de Estados Unidos, ayudar a regar noticias falsas de los rusos, y permitir el contenido violento en su plataforma. Mientras tanto, a Amazon y Microsoft se les cuestiona por hacer negocios con agencias del gobierno americano, para ofrecer servicios de reconocimiento facial, huelen a vigilancia, herramienta de espionaje, y facilitador del racismo.

No sorprende que estas cinco empresas que dominan a Wall Street gasten millones cada año en ‘lobby’ para crear un marco regulatorio conveniente. Pero no son las leyes lo que los hace vulnerables, sino el riesgo de perder la confianza de los usuarios, aquel universo interconectado que ellos mismos crearon, y que puede terminar por destruirlos.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen