El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Cumbre del clima

Hace cinco años se firmó el Acuerdo de París. Hoy, después de pocos logros y profundas transformaciones en el mundo, los estragos del calentamiento global han costado vidas y dinero.

22 de octubre de 2021 Por: Muni Jensen

A partir del 31 de octubre la cita mundial es en Glasgow, Escocia, donde los líderes mundiales se reunirán para hablar del cambio climático. La cumbre COP-26, coordinada por las Naciones Unidas, empezó en Berlín en 1995, pero es recordada por ser la sede de la firma del Acuerdo Climático de París en 2015. La expectativa de este enorme encuentro de gobiernos, ONG, empresas, prensa y consultores, es coordinar globalmente la agenda ambiental, incluyendo compromisos medibles y concretos de descarbonización y reducción de emisiones para los próximos 30 años. No parece fácil, ya que tanto las economías avanzadas como los países emergentes todavía muestran metas de desarrollo incumplidas y acciones por concretar. Las expectativas son bajas, pero la urgencia es toda. Se esperan más de treinta mil participantes durante dos semanas, una cifra que por sí sola es un exceso ambiental.

Brillarán por su ausencia los jefes de Estado de los países más contaminantes: Xi Jinping asistirá virtualmente. No ha salido de China desde que empezó la pandemia. Naarendra Modi de India está vacilante, y no ha confirmado aún. Entre los dos, representan una tercera parte de la población mundial. No estarán para la foto Vladimir Putin, ni el presidente iraní, ni Bolsonaro, ni López Obrador. La masa crítica de protagonistas de la crisis ambiental no estará representada.

Estarán en primera fila Biden y su gabinete entero, la reina Isabel (si se encuentra bien de salud) y su hijo y nieto, 27 representantes europeos y el nuevo primer ministro israelí, el de Australia, líderes africanos, Fernández de Argentina y el presidente Duque. Para todos es claro que sin compromisos de reducción de emisiones por parte de los principales culpables del calentamiento mundial, y sin el apoyo del mundo desarrollado a los países emergentes, la cumbre será un fracaso y el mundo continuará su camino hacia las sequías, inundaciones y olas de calor que ya son parte de la realidad climática, ya no solo en países pobres, sino alrededor del mundo. La pregunta grande de la cumbre es quiénes pagarán la cuenta de tan ambiciosas y urgentes metas.

Hay mucho en juego más allá de la agenda formal y los retos de coordinación de una cumbre en medio de la pandemia. Será un momento para que Estados Unidos recupere su puesto en la mesa, aprovechando la ausencia de China y Rusia, mientras Biden navega su relación con el sector energético. Europa llegará con los músculos flexionados, para tomarse la vocería, sin tener el bolsillo. Para los países en desarrollo hay competencia por financiación de proyectos y presión política para ejecutar cambios que resultan complejos en medio de una temblorosa recuperación económica. El 2022 es un año de mucha actividad electoral, no solo en América Latina sino en el resto del mundo, y lo más claro es que los jóvenes votan verde. La crisis climática será posiblemente el elemento de transformación política de los próximos años gracias a los votos de la nueva generación.

Hace cinco años se firmó el Acuerdo de París. Hoy, después de pocos logros y profundas transformaciones en el mundo, los estragos del calentamiento global han costado vidas y dinero. Que no sea una cumbre más, de discursos y apretones de manos, de promesas vacías y guerras internas. El éxito de este y otros encuentros depende exclusivamente de la valentía de los líderes sentados en la mesa. Si logran que los temas transnacionales se impongan a las rencillas internas, si los intereses colectivos superan la competencia individual, le devolveremos a nuestros hijos no solo la confianza en el voto, en las instituciones, y en el liderazgo político, sino la capacidad de vivir en un planeta sostenible.
Sigue en Twitter @Muni_Jensen