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Alexandria la grande

Alexandria Ocasio Cortez, sensación o amenaza, brillante o impostora, sensata o radical, dependiendo de la orilla que la observe, está de moda.

15 de febrero de 2019 Por: Muni Jensen

Tiene 29 años, es hispana de origen puertorriqueño, originaria del Bronx en Nueva York y llegó en noviembre pasado a la Cámara de Representantes de Estados Unidos como la más joven congresista de la historia de ese país. Hoy no es famosa solo por latina ni por joven. En las cortas semanas desde su posesión, le ha pegado una patada a la mesa del ‘establishment’ americano con sus propuestas audaces y su estilo de tuitera profesional. Alexandria Ocasio Cortez, sensación o amenaza, brillante o impostora, sensata o radical, dependiendo de la orilla que la observe, está de moda.

Orgullosa simpatizante de los demócratas socialistas de América, llegó al poder cabalgando sobre promesas de seguridad social para todos, garantías para los trabajadores, licencias extendidas para nuevos padres y madres, universidad gratuita y la polémica propuesta de gravar a los ricos un 70% de sus ingresos. Con este controvertido coctel en un Washington con gobierno republicano se convirtió de inmediato en la heroína de los jóvenes y los progresistas. Y en la enemiga pública de la derecha, hecho que parece importarle poco.

Uno de los hitos que alcanzan los políticos en Estados Unidos es el de ser conocidos por sus iniciales: Lyndon B. Johnson es LBJ; John F. Kennedy, JFK; Martin Luther King, simplemente MLK. Pues bien, Alexandria es AOC, o mejor @AOC como la conocen sus tres millones de seguidores en Twitter. Por esta vía ha compartido sus rutinas de belleza, sus audaces propuestas para proteger el medio ambiente, la afición por los helados y las ácidas críticas a la política migratoria de Donald Trump. Antes de llegar a Washington anunció que no tenía cómo pagar los caros arriendos de la capital hasta que llegara su primer pago, y hoy mete las narices en líos de antisemitismo y religión. Tiene opiniones para todo y las redacta en el tono informal y desenfadado de los millennials.

Más allá de su juventud y carisma, AOC ha despertado una reflexión sobre el poder en Estados Unidos. Todos están de acuerdo que como en tantos países, la política está fracturada, los partidos desacreditatos, el público descontento. Pero nadie tiene claro en qué se puede convertir ese hartazgo. Unos aseguran que la izquierda, cada vez más joven, más hispana y diversa, aquella que apoyó masivamente al veterano izquierdista Bernie Sanders en 2016, está más viva y numerosa que nunca, lista para salvar al Planeta del deterioro ambiental y al país de la derecha radical. En un mundo que se olvidó del centro, dentro de una sociedad que no recuerda el socialismo clásico, gran parte de las nuevas generaciones en Estados Unidos se han contagiado de la fiebre de izquierda.

Eso lo entienden bien los republicanos, que están viendo disiparse al partido del hombre blanco, y buscan mantener el poder radicalizando sus mensajes. Son estos mismos los que la han intentado convertir a Alexandria en blanco de sus críticas y burlas a su inexperiencia y falta de profundidad, a veces con razón. Como Ocasio Cortez habla de lo divino y lo humano, a veces lo hace con ligereza y sin datos para respaldar sus planteamientos. Pero ni eso importa. Cuando la critican, sus defensores contraatacan, la protegen y la pintan como víctima de los hombres de clase alta. Ella hábilmente critica el poder desde su cúpula.

Alexandria Ocasio Cortez no es un genio, ni una santa ni una revolucionaria. Es una mujer sonriente, fuerte, sin miedo de presentar proyectos grandes como el Nuevo Acuerdo Verde (Green New Deal) sobre protección ambiental que medio mundo critica por inviable pero del que todos hablan. Y ante todo, llegó en un momento en el que la juventud no se siente representada por una clase política rancia, excluyente y desconectada, y que recibe sedienta a una joven latina que les habla sin rodeos y resiste a los críticos con la convicción de que tiene toda la vida por delante.

AOC es la foto de un momento en la política americana que quizás empieza a marcar una nueva era para la democracia que se soñó Franklin Delano Roosevelt, arquitecto del primer ‘New Deal’, que también transformó el país y que se conocía mejor por sus iniciales: FDR.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen