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Después del destape de los abusos sexuales cometidos por el productor de Hollywood Harvey Weinstein, Alyssa Milano invitó a las mujeres a trinar ‘MeToo’ si alguna vez habían sufrido acoso sexual.

25 de octubre de 2017 Por: Melba Escobar

Después del destape de los abusos sexuales cometidos por el productor de Hollywood Harvey Weinstein, Alyssa Milano invitó a las mujeres a trinar ‘MeToo’ si alguna vez habían sufrido acoso sexual. La respuesta fue arrolladora. Tanto en Twitter como en Facebook, mujeres de todo el mundo empezaron a escribir #MeToo en las redes sociales al tiempo que confesaban abusos de todo tipo. Y aunque puede verse como un gesto poderoso para visibilizar la violencia machista, a mí la campaña me generó malestar desde un principio. Por eso escribí #NotMe en mi muro de Facebook. Nunca imaginé lo que vendría después.

200 comentarios más tarde, me he ganado un buen número de insultos. Primera paradoja: se muestra uno en desacuerdo con el mensaje de una campaña en contra del acoso y termina siendo acosado. Lo cual me hace pensar que aún vivimos una ‘guerra de los sexos’. Fui tachada de misógina, de estúpida e indolente. Como feminista que soy, me pregunto si las mujeres que me atacaron de esa manera entienden el feminismo como un movimiento de panfleto y grito con consignas inamovibles. ¿Por ser mujer debo seguir a la manada? ¿No me corresponde estar en desacuerdo? Muy por el contrario, creo que como sociedad necesitamos aprender a estar en desacuerdo sin silenciar al otro, darle el beneficio de la duda a sus argumentos, escuchar, comprender y debatir.

Cuando vi una ola creciente de víctimas en mis redes sociales, lo primero que pensé fue: ¿Todas las mujeres que conozco han sido acosadas? Me tomó unas horas descubrir que el término acoso cobija por igual a un ‘piropo’ subido de tono, o a una mujer violada, o maltratada psicológicamente. Ahí es donde me siento contrariada. Equiparar estas ofensas distorsiona el nivel del daño que ha causado la violencia machista y le resta potencia al mensaje. Si bien todo hace parte de una lógica de dominación, igualar la magnitud de las lesiones distorsiona la verdad sobre sus efectos.

Pero digamos que un acoso es un acoso y todas lo hemos sufrido. En tal caso, ¿proclamarlo de viva voz, una y otra vez, recreando mil detalles, realmente nos fortalece? ¿Contribuye a revertir el orden de las cosas? ¿Aun cuando los hombres, frente a la ola de acusaciones (ciertas, pero acusaciones), apenas pueden darse golpes de pecho o callar? ¿Si ser mujer es sinónimo de ser víctima, como establece la campaña #MeToo y sobre todo sus reacciones, entonces ser hombre es ser victimario?

Quiero creer que podemos construir una narrativa incluyente donde todas y todos podamos participar. Porque el problema de la violencia machista no vamos a resolverlo sin involucrar a los hombres. ¿Cómo es ser criado para ejercer el papel dominante, el que toma la iniciativa, y al mismo tiempo saber dónde está la línea? Porque todos reconocemos un abuso, pero en el caso de algunas situaciones más ambiguas (un piropo, una invitación), ¿necesitamos de un manual que nos explique cuándo un acercamiento es inapropiado? ¿O podemos seguir confiando en la empatía, el contexto y el criterio propio? ¿Podemos imaginarnos a hombres y mujeres más allá de un eterno juego binario de azul / rosado, débil / fuerte, víctima / victimario? Si bien todas estas historias son ciertas, cientos, miles de otras historias se están quedando por fuera de una campaña en blanco y negro, donde no hay lugar para los matices. Quiero creer que podemos pasar de los testimonios, valiosos para visibilizar un mal muy expandido, a la construcción de una historia conjunta. No creo que todas las mujeres seamos víctimas. A quienes han tenido el coraje, entusiasmo e inteligencia de participar del debate, muchas gracias por sus contribuciones. El intercambio de ideas es la base de la libertad de expresión. Estamos juntas en esto aun si no compartimos el mensaje de una campaña. #NotMe

Sigue en Twitter @melbaes