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El beneficio de la duda

Estas elecciones serán recordadas por alcanzar unos niveles de polarización insoportables. Paradójicamente, han sido las más calmadas, hecho que sin lugar a discusión se le debe a la firma de los acuerdos con las Farc.

20 de junio de 2018 Por: Melba Escobar

Que van a boicotear la JEP, que nos vamos a volver Venezuela, que Duque es un títere, que Petro va a expropiar a los ricos, que Ordóñez va a ser Ministro de Educación, que van a volver las chuzadas, que va a haber una Asamblea Constituyente, que van a unir las Cortes, que van a cerrar más de cien iglesias, que va a llegar la revancha, que correrán ríos de sangre, que rodarán cabezas...

Estas elecciones serán recordadas por alcanzar unos niveles de polarización insoportables. Paradójicamente, han sido las más calmadas, hecho que sin lugar a discusión se le debe a la firma de los acuerdos con las Farc. El mismo ‘Timochenko’ agradeció públicamente: “Hemos vivido las elecciones más tranquilas de las últimas décadas, el proceso de paz da frutos. Es momento de grandeza y reconciliación, respetemos la decisión de las mayorías y felicitemos al nuevo presidente”. Lo mínimo sería que todos los colombianos le hiciéramos el gesto de agradecimiento a Santos por haber negociado con la guerrilla más antigua del continente. La baja en las cifras de la violencia no es una opinión, es un hecho probado.

La reconciliación pasa por reconocer los méritos ajenos, vengan de quien vengan. Y así como hay que reconocer que las elecciones transcurrieron en paz, también hay que aceptar que nuestra democracia es muy eficiente. En un país de 50 millones de personas, lograr resultados en 40 minutos es una victoria. Eso hay que celebrarlo junto a la tranquilidad con la que transcurrió la jornada. Si bien la tensión ha estado presente en algunos discursos políticos, mientras no pase a convertirse en un riesgo para la aniquilación del otro, mejor que se queden en la palabra.

Sin embargo, mucho de cuánto se ha dicho es dañino, con lo cual no puede uno dejar de preguntarse si no hay maneras menos destructivas de tramitar las frustraciones y los miedos. En estas elecciones perdió Petro y también ganó al haberse consolidado como una fuerza de ocho millones de votos, y reconozco su capacidad para movilizar al país.

No obstante, lamento su apasionado discurso del domingo en que dijo que en Colombia hay ocho millones de personas libres. ¿Y quienes no votamos por él? ¿Qué somos? ¿Rehenes? Estamos en una democracia, cada quien puede ejercer su derecho libremente y sin tener que salir a rendir cuentas por su decisión. Importante que el principal representante de la oposición entienda esto y no descalifique a quienes no optaron por él como si sus tarjetones no fuesen válidos. De llegar un día a gobernar, tendría que hacerlo para todos. Sin sectarismos.

Del mismo modo en que habría sido antidemocrático partir del daño que haría Petro, es antidemocrático negarle la posibilidad de actuar a Duque y predecir que su gobierno será catastrófico. Iván Duque fue legítimamente elegido por una buena mayoría, con lo cual no queda más que reconocer los resultados. Otra cosa es la importancia de ejercer una veeduría rigurosa, tanto desde la ciudadanía, como desde la oposición.

Dicen que después de la tempestad viene la calma. De momento lo cierto es que nos guste o no, Duque va a ser nuestro presidente por los próximos cuatro años. Ojalá no haga trizas el proceso de paz, no sea una marioneta de Uribe, no reviva el paramilitarismo, no acabe con la JEP, no limite los derechos de los Lgbt, algunos de los temores expresados por la izquierda. De momento, no queda más que darle el beneficio de la duda y luego sí reaccionar, pero sobre hechos probados y no sobre conjeturas.

Sigue en Twitter @melbaes