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Santo, el justiciero

El próximo 23 de septiembre México recordará el centenario de ‘El Santo’, el enmascarado de plata, quien nació con el nombre de Rodolfo Guzmán Huerta en Tulancingo, Hidalgo, en 1917.

9 de agosto de 2017 Por: Medardo Arias Satizábal

El próximo 23 de septiembre México recordará el centenario de ‘El Santo’, el enmascarado de plata, quien nació con el nombre de Rodolfo Guzmán Huerta en Tulancingo, Hidalgo, en 1917.

Para el escritor mexicano Carlos Monsivais, Santo “fue el rito de la pobreza, de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo que es la vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral…”

En Colombia, hace 30 años, la lucha libre gozaba también de buena salud. Héroes de barrio eran ‘El Tigre Colombiano’, ‘El Tártaro’, ‘Goliath’, ‘El Médico Asesino’, ‘La Araña’, ‘El Destripador del Valle’, ‘Kaliman’. Y Mazámbula, el hombre más feo en la historia de la humanidad y de la infamia. Sus peleas se daban en coliseos o a campo abierto y ahí la muchachada aprendía llaves como la ‘doble Nelson’, la mesa, la tijereta, la inmarcesible y la siempre bien ponderada patada voladora.

En la lucha libre, como en la vida real, encontrarás un héroe y un villano. El malo será lo peor; traicionero, “cochino” le gritaban desde las graderías, subía al ring con cuchillas escondidas en las botas que mostraba a hurtadillas al público y provocaba el odio gitano de los seguidores del héroe. Era el tipo de luchador que metía los dedos en los ojos del contrincante; sacaba de la pantaloneta una tapa de limón y la restregaba en la cara de su oponente; el árbitro fingía no darse cuenta, y el héroe castigaba la lona con la planta de las manos en señal de martirio.

‘El Santo’ murió el 5 de febrero de 1984 y su funeral provocó ríos de lágrimas. Fue enterrado con la máscara que nadie osó quitarle, ni siquiera ‘Blue Demon’, con quien se alió para combatir a los villanos. Con él filmó una de sus películas taquilleras: Santo y Blue Demon vs. Drácula y el Hombre Lobo.

Para la barriada mexicana, ‘Santo’ representaba algo de lo mejor del populacho, alguien capaz de salvar a la población de pestes, momias, asesinos sueltos, políticos corruptos. En uno de esos tomos con tinta de color chocolate en los que se narraban sus aventuras –Editorial Novaro- en un cuadro aparecía el presidente de México, Díaz Ordaz, con la cara metida entre las manos, en el Palacio de Los Pinos. De pronto, “¡Gulp!”, entraba ‘Santo’ por la ventana y el presidente, contrito, le decía: “¡Santo, salve a México!” El país había sido tomado por unos entes del más allá que asesinaban choferes en Reforma, mataban mujeres en el Zócalo, hacían correr a los vendedores de contrabando en Tepito. El suceso, imaginario, daría para otra película: Santo contra las momias de Guanajuato, y una más, peligrosa: Santo contra las mujeres del vampiro.

Uno no lo creería pero este enmascarado fue también héroe en el Líbano y Turquía. José G. Cruz editaba semanalmente la historieta que llegaba a todos los barrios latinoamericanos, junto con Memín, Hermelinda Linda y El Charrito de Oro.

El Santo luchó durante 40 años ininterrumpidos, entre 1942 y 1982, en un tiempo en que los coliseos de México aplaudían también a ‘Huracán’ Ramírez y a ‘Mil Máscaras’. Hijo de Josefina Huerta Márquez y Jesús Guzmán Campuzano, llegó muy joven a Ciudad de México y ahí se hizo obrero de una fábrica textil, mientras vivía en el barrio de Covadonga. Era el quinto de siete hermanos; algunos de ellos también emprendieron el camino de la lucha libre. Miguel, se dio a conocer como ‘Black Guzmán’, y Jesús fue conocido como ‘El Pantera Negra’; encontró la muerte en un combate en Puebla en 1934.

‘El Santo’ practicó inicialmente béisbol y fútbol americano. Debutó a los 16 años de edad contra Eduardo Palau, un luchador que después sería árbitro. Antes de ser El Santo, se hizo llamar ‘Rudy’ Guzmán, ‘El Incógnito’ y el ‘Demonio Negro’. Casado con María de los Ángeles Rodríguez Montaño, trajo al mundo a 10 hijos. Uno de ellos, Jorge, como ocurre en la mitología azteca, mantiene el misterio de su padre. Lo llaman ‘El Hijo del Santo’.

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