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Petróleo y barbarie

La mojiganga que acaban de montar el rey Salman bin Abdulazzis y su hijo, príncipe heredero, Mohamed bin Salman, para lavarse las manos con un acto de ‘condolencia pública’ avergüenza al mundo.

24 de octubre de 2018 Por: Medardo Arias Satizábal

La familia del asesinado periodista Jamal Kashoggi ha debido aceptar las condolencias de los monarcas saudíes, sólo para escupir sus manos.
La mojiganga que acaban de montar el rey Salman bin Abdulazzis y su hijo, príncipe heredero, Mohamed bin Salman, para lavarse las manos con un acto de ‘condolencia pública’ avergüenza al mundo, pues el periodista, columnista de opinión del Washington Post, exdirector general y redactor jefe del canal de noticias Al-Arab News Channel, ingresó al consulado saudí en Estambul víctima de una trampa que le tendieron sus asesinos, dirigidos por Skype desde Riad.

“Tráiganme la cabeza del perro”, habría dicho el sicario mayor de la monarquía saudí, al grupo de asesinos que según todos los indicios, desmembraron al periodista, en una orgía de sangre y odio, por la oposición y el cariz progresista que representaba Kashoggi ante la milenaria monarquía saudita.

El recelo del rey y su hijo viene de lejos. Jamal, como redactor del periódico Al Watan, les cantó más de una verdad a quienes ponen siempre el dinero por encima de la moral.

En un mundo civilizado, donde primen los valores espirituales, el respeto por la vida, la dignidad, la decencia, estos monarcas hubieran sido depuestos al día siguiente del crimen. Las tibias reconvenciones de Occidente sólo les permiten pensar en el único chantaje que se les ocurre cuando el mundo se pone en contra de sus comportamientos bárbaros: cerrar la llave del petróleo. Que la cierren y coman petróleo, y vuelvan a ser la perdida estirpe de camelleros del desierto, antes que de la arena brotaran palacios de oro. Demasiada tolerancia tiene el mundo con estos salvajes en mala hora desprendidos del seno de Abraham.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, acaba de admitir que “el asesinato fue planificado”. Kashoggi, nacido el 13 de octubre de 1958 en Medina necesitaba visitar el consulado de su país, para solicitar un permiso que le permitiría contraer nupcias con Hatice Cengiz, de 36 años, su prometida que acaba de publicar una dolorosa carta en el New York Times donde da cuenta de los últimos minutos del periodista de 60 años.

Según indican los reportes, una vez Jamal ingresó al consulado de Arabia Saudita en Estambul, el pasado 2 de octubre, fue llevado a la oficina del cónsul, donde fue estrangulado. Once días antes de sus cumpleaños. Sus dedos fueron cortados y luego desmembrado para sacarlo de las oficinas en una hora en que todo el personal había recibido asueto. Kashoggi había tenido el cuidado de preguntar previamente si no existía una orden de detención en su contra.

Defensor denodado de los Derechos Humanos, podríamos afirmar hoy que el periodista sacrificó su vida por amor. Ingresó de manera inocente en la boca del lobo, y los saudíes tampoco imaginaron que este crimen que quieren esconder debajo de la alfombra, despertaría tanta indignación en el mundo.

El Foro de Inversores programado por los sauditas para atraer más dinero a su reinado, sería supuestamente boicoteado, pero desde el martes se vieron ahí financistas del mundo, sin ninguna vergüenza, negociando con quienes no podrán, ni con lejía, quitar la mancha de sangre que recorre hoy los palacios de Riad.

No obstante, algunos actores se hicieron sentir. El Foro de Inversión, cuyo objetivo es alzar el perfil del reino y atraer a inversores mundiales, recibió varias cancelaciones. Los directores generales de JPMorgan Chase, Uber, Blackrock, y el fundador de Virgin Group, Richard Branson, así como los directores del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, se negaron a esta invitación. Igualmente, empresas periodísticas del mundo occidental que inicialmente apoyarían dicho foro, cancelaron su presencia: The New York Times, CNN, Bloomberg, CNBC, Financial Times y Fox Business Network.

Hasta que no se aclare totalmente este crimen, la riqueza saudí se convertirá en lo que imaginó Geovanni Papini: estiércol.

Sigue en Twitter @cabomarzo

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