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El imparable Trump

Lo que parecía un chiste -la candidatura republicana de Donald Trump- va...

3 de marzo de 2016 Por: Medardo Arias Satizábal

Lo que parecía un chiste -la candidatura republicana de Donald Trump- va en locomotora hacia la Casa Blanca, si no ocurre algo diferente, como el voto inmigrante para Hillary, unido al de los pacifistas y afroamericanos.Y parecía un chiste porque Trump venía de varias quiebras y, al tiempo, de varias resurrecciones. Conocido más como un empresario exitoso, capaz de resurgir con bríos del hueco negro de la bancarrota, su nombre sonaba más en las torres empresariales de Manhattan y en las grandes casas de juego de Las Vegas, donde invirtió parte de su capital.Al otro lado de Columbus Circle en Nueva York, está otro de sus símbolos, la ‘Trump Tower’. A diferencia de los millonarios latinoamericanos que van por el mundo en carros blindados, hace 16 años, recuperado ya de sus descalabros económicos, caminaba por Nueva York como cualquier hijo de vecino. En alguna ocasión, entre Lexington y Park Avenue, el caleño Jorge Mario Restrepo, entonces propietario de ‘La pájara pinta’ en Cali, me codeó para señalarme al personaje de espalda cuadrada y pelo cuidadosamente peinado, que atravesaba entonces la avenida: “Es Donald Trump”, me dijo. Efectivamente, avanzaba, seguido a prudente distancia por un hombre de audífonos y gafas oscuras. Su único guardaespaldas en esa isla-selva que mira al Hudson. Tiene la señora Clinton un gran fortín en el voto latino y el de otras minorías que conforman hoy la población de los Estados Unidos. El partido demócrata, además, por tradición histórica, ha estado afiliado a la población afroamericana y a los hastiados de la guerra.Pero, en el chip de esta gran nación subyace el famoso retorno al ‘Big Stick’, el gran garrote de un Truman, un Roosevelt, un Reagan, un Bush. Parte de ese paraíso perdido de la gran potencia militar respetada en todo el universo, la encarna Trump con su bronco discurso. Dice sin ambages lo que se comenta al interior de la nación blanca, anglosajona y protestante.Hay un Estados Unidos que no tiene la mejor prensa hoy, por continuar en lo que se considera ahí “políticamente incorrecto”; el país que no mira más allá de Delaware, que defiende su tarro de avena con la estampa del cuáquero, y para el que las minorías étnicas representan una amenaza. Trump habla de expulsar a los musulmanes y afirma, sin perifraseos, culminará el muro en la frontera con México, una de las regiones más porosas del mundo. Los mexicanos que no pueden llegar, ayudados por indígenas en el desierto de Arizona, lo hacen como topos, por debajo de la tierra.Pero, los analistas serios se preguntan cómo hará para expulsar a más de 9 millones de latinoamericanos sin papeles legales, los mismos que conforman ahí otra nación. O de qué manera cerrará la puerta a los islamistas que tienen ahí, por muchísimos años, mezquitas, familias, raíces.A diferencia de los inmigrantes procedentes de Europa oriental, quienes se asimilan rápidamente al nuevo país y obtienen buenos empleos, el perfil racial hace que sea imposible, para los mexicanos, escapar a las redadas de la ‘migra’, como llaman a las autoridades de inmigración. En el gobierno de Obama se han dado las mayores deportaciones hacia México.La dura política anti inmigrante del actual gobierno, no es suficiente para hacer añorar, al otro país, los tiempos del ‘policía del planeta’. Muchos estadounidenses ven como ‘blando’ a Obama y no están de acuerdo con su viaje a Cuba. Esa franja de la nación que empuja a Trump a la presidencia, es la misma que dice no al cierre de Guantánamo, la que tiene a Reagan en un altar, por ser el enterrador del comunismo, y la que aún no distingue límites del río Bravo hacia abajo, de acuerdo a la vieja Doctrina Monroe: “América, para los americanos”.

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