De China a Buenaventura

Hace muchos años, no se precisa cuándo, fueron decomisadas en el puerto de Buenaventura cuatro estatuas monumentales de deidades chinas, en un barco asiático; las mismas representan a Buda, símbolo de bienaventuranza -pesa 25 toneladas- y Shou Xing, Fu Xing y Lu Xing, longevidad, prosperidad y buenos salarios, respectivamente, -tonelada y media de peso, cada uno- y fueron a parar a las bodegas de la Segunda Brigada de Infantería de Marina, hasta hoy cuando, gracias al Museo de Ciencia, Cultura e Historia, en cabeza de Julio Rodríguez Bonilla, están emplazadas en el Parque Néstor Urbano Tenorio, frente al malecón.

La llegada de estos grandes monumento es todavía un misterio, tanto que asociaciones budistas de Colombia se han interesado en darles el sitial que merecen, en nota enviada a la Embajada de la República Popular China. Es preciso reconocer que Buenaventura es hoy la única ciudad de Colombia que posee un camposanto chino; ahí se asentaron numerosas familias, después de la guerra chino-japonesa de 1937.
Tuvieron también un club social con balcón al mar, en la zona alta de El Cable, muy cerca al lugar que ocupó el Club Tiburones y la estatua de Balboa, gemela de la que mira al Pacífico en Panamá.

Buenaventura albergó una comunidad asiática que tenía sus ancestros en Cantón, al sur de China, y también en el puerto de Shangay. Van, Lam, Hung, Cheng, Moy, Yung, Sitú, Fong, Cam, Liloy, Choix, Chang, son apellidos reconocidos ahí, vinculados generalmente al comercio, la ciencia, la política y también la literatura, como fue el caso de Abraham Yip Madrid, poeta y cuentista, y del publicista y escritor Pedro Chang.

El catedrático Luis Cantillo, profesor hoy en una universidad china, avanza en una investigación acerca de esta inmigración tan importante en la historia de Colombia. Pablo Van Wong, porteño fallecido a temprana edad, fue uno de los escultores más importantes del país. Su obra recoge naturalezas metálicas punzantes corroídas por el óxido.

Desde que se conoció la existencia de estos monumentos en el puerto, el director del museo solicitó a la Segunda Brigada, en cabeza hoy del coronel Wisner Paz Palomeque, la posibilidad de exhibirlas, con la correspondiente inscripción histórica. Rodríguez Bonilla, desde el amor por su Buenaventura natal, inició hace muchos años una campaña para recoger objetos que representen la historia del puerto. Así, se empeñó en el rescate de la enorme hélice del vapor Tritonia que estalló fuera de la bahía en 1929, cuando llevaba un cargamento de dinamita.

El objeto está a la vista en el malecón. Sin ningún apoyo y de manera personal, ha sacado adelante este museo que requiere el apoyo del Ministerio de Cultura, la gobernación y la alcaldía local, para dotarlo de una curaduría profesional y un espacio más amplio, acorde a su propósito. Recientemente, se abre la posibilidad de ubicarlo en las instalaciones del viejo Palacio de Justicia, una de las edificaciones más bellas del casco viejo del puerto, junto a la Estación del Ferrocarril, el Hotel Estación y el edificio que dejará el arquitecto italiano Gaetano Lignarolo, donde funcionó por mucho tiempo el restaurante Nápoles y La Recalada. La edificación que ocupará la estación del Ferrocarril del Pacífico, hoy taller de artes, debe ser declarada Monumento Nacional. Su construcción estuvo a cargo del arquitecto Vicente Nasi, discípulo de Le Corbousier.

Ojalá el museo, en una locación precaria junto al parque, encuentre espacio y la atención que merece. Desde ayer, los niños se retratan junto a los monumentos chinos, solo que es urgente e importante darles contexto para que se conozca su significado y origen.

La asociación de damas budistas solicitó ayuda a las comunidades de este tipo en Estados Unidos, para realizar el empotramiento adecuado en esta que fuera puerta de tantos inmigrantes en el siglo pasado.
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