El pais
SUSCRÍBETE

Yo sigo igual (o peor)

Como con ocasión de la llegada de un añado nuevo casi todo el mundo hace promesas que nunca cumplen pero que las repiten enero tras enero, quiero decirles que yo abandoné esa idea hace mucho tiempo.

4 de enero de 2021 Por: Mario Fernando Prado

Como con ocasión de la llegada de un añado nuevo casi todo el mundo hace promesas que nunca cumplen pero que las repiten enero tras enero, quiero decirles que yo abandoné esa idea hace mucho tiempo, porque apenas se acababan los primeros 15 días del año, se me olvidaba todo aquello que prometía solemnemente frente a un crucifijo y con la Biblia como testigo.

Fue así como en nada quedaron esos propósitos de bajar barriga, aprender a nadar, no comer chucherías, no comprar nada fiado, aprender inglés, conocer la India, ajuiciarme, confesarme al menos una vez al año y mil cosas más.

Olvídense entonces que voy a cambiar y por el contrario tengo muchas ganas de ser cada vez peor en mis defectos, pero sí mejor en mis afectos y me explico: no voy a dejar de ser el mismo Sirirí que han conocido, necio, jodón, monotemático y repetitivo, pero eso sí cariñosito.

Seguiré buscando carros viejos, así no tenga donde meterlos ni con qué pagarlos. Seguiré coleccionando pianos así tampoco tenga donde ponerlos y menos cuando tocarlos. Seguiré guardando corbatas y vestidos ‘finísimos’ que no me pondré ya nunca más, al igual que correas, camisas y pantalones para cuando baje de peso.

Seguiré tomándome un vaso de leche después de almuerzo, así me aseguren que los lácteos a mi edad son pésimos y aumentan la pedorrera. Seguiré bebiendo whisky del bueno con harta soda para que me rinda y seguiré yendo de manera religiosa a la Mesa de los Viernes (y no pregunten qué es esa cofradía porque de golpe les cuento) con ingesta desbocada de papas chip y fritanga con sacoleva.

Seguiré siendo amigo de mis amigos, repitiendo siempre los mismos cuentos de hace 50 años y los que me suplican que por el amor de Dios no vuelva a echar (aquí hago una salvedad con el ingreso al clan de los Cuervos -que tampoco pregunten de qué se trata porque de golpe también les cuento-) de mi nuevo mejor amigo de la montaña.

Seguiré parqueándome en la calle, acto sadomasoquista, que desafía la autoridad, aunque me multen y me multen a no ser que me coma a cuento a los guardas, que con tal de librarse de este Sirirí me perdonan la sanción.

Continuaré importunando y despertando a quienes de madrugada aún soportan mis canciones, así me tenga que retirar de grupos como el de la seguridad del kilómetro 18 porque supuestamente mi piano resultaba una falsa alarma para las y los bellos durmientes del sector.

Desafortunadamente y contra mi voluntad y la de mi bolsillo, no terminaré de pagarle a la Dian siendo seguro que esas deudas bajarán conmigo al sepulcro así no se vayan conmigo y tengan que asumirlas mis herederos a quienes, de antemano y que conste, les pido perdón pero es que a veces pueden más mis sueños que mis realidades.

Seguiré comiéndome las uñas, vicio cruel que me acompaña desde mi ya lejana niñez y a lo cual hasta le metí psicólogo (no Gloriah, quien tampoco habría podido). Qué pena con quienes dicen que lo único lindo que tengo son mis manos.

O sea pues que genio y figura hasta la sepultura. Ya me fui así y como en la tierra de mi madre -cuepede- suelen decir “el que ha sido, no deja de ser” pues pónganme a bailar ese trompo en la uña.

AHORA EN Mario Fernando Prado