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Matar de hambre

Para medio saciar el hambre dicen que están recurriendo a devorar la fauna salvaje, animales callejeros -perros y gatos, entre otros- y al robo a los zoológicos.

18 de febrero de 2019 Por: Mario Fernando Prado

El bien documentado artículo de Boris Spiwak (La República, febrero 16) en que narra desgarradoramente que sus bisabuelos murieron de hambre en el invierno de 1932/1933 en la Ucrania soviética, que a sus hijos los escondieron en una troica y los enviaron lejos para que no corrieran igual suerte, el cual se ha viralizado en las redes sociales, debe llevarnos a conocer lo que es el holodomor.

Esta expresión significa -palabras más, palabras menos- crear una hambruna artificial por parte de un gobierno dictatorial para minar a su población. Es decir, hacer que se muera de hambre un país entero si no se arrastra, se somete y se doblega genuflexo y silente ante ese criminal.
Boris, un muchacho con tres maestrías a sus espaldas, nació y creció en Venezuela y de allí salió hace pocos años con su familia, presintiendo lo que se venía pierna arriba en esa hoy desolada nación y hace una comparación dramática y acertada de lo que está haciendo el régimen del dictador espurio con lo que hicieron los soviéticos en el siglo pasado.

Para empezar, los venezolanos -y no se refiere precisamente a los barriga llenas- de acuerdo a un estudio de la Universidad de Harvard, perdieron en promedio 11 kilos de peso corporal en el año antepasado y todo por no tener los tres golpes, o corrientazos que llaman, para medio alimentarse.

Y más dramático aún resulta que para medio saciar el hambre dicen que están recurriendo a devorar la fauna salvaje, animales callejeros -perros y gatos, entre otros- y al robo a los zoológicos, convirtiendo a Venezuela “en la peor catástrofe humanitaria en la historia de América del Sur”.

La política de sitiar por hambre a un país entero -exceptuando desde luego a los arrodillados del régimen, cuyas sobras de sus opíparas y groseras comidas se las pelean en los tarros de la basura- es la misma estrategia que más de un siglo atrás implantó el régimen criminal stalinista en el que murieron millones de seres humanos, volviendo la hambruna un arma política miserable: si quieres comer grita a los cuatro vientos que estás con el genocida, y si no, muérete de inanición.

Por ello -digo yo- la repulsión de Maduro y su camarilla a la ayuda humanitaria porque con ella le están dando donde más le duele a un régimen que está hoy haciendo -repito- lo mismo que acaeció en la Rusia de aquel entonces, bajo la dirección de los cubano-rusos quienes han desempolvado tan mortífera estrategia.

Y por ello -también digo yo- no entiendo un chat del arzobispo Monsalve quien supuestamente escribió, y sería bueno que lo aclarara, lo siguiente: “Muy valiosa la ‘ayuda humanitaria’ a venezolanos. ¿Por qué no se vio ni se ve igual afán para los millones de emigrantes de ese país? ¿Una ‘ayuda’ al pueblo o al plan de intervención, sí o sí? Los amos de la fuerza utilizan y manipulan la necesidad de quienes quieren someter”...

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