Es un buen tipo mi viejo

No veo entonces por qué a Rodolfo Hernández se le quiera descalificar por tener 77 años y porque a veces se le salen unas ocurrencias y adjetivos muy santandereanos, muchos de los cuales resultan hasta divertidos.

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13 de jun de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:45 p. m.

Hasta hace unos años, las personas mayores representaban credibilidad y sabiduría. A ellas se recurría en busca de consejos habida cuenta su experiencia y el hecho de que por encontrarse más allá del bien y del mal se constituían en una garantía de que siempre decían la verdad, así sus conceptos fueran a veces demasiado fuertes.

También -y lo repito- tenían a ratos unas dosis de locura y desvariaban producto de su senectud, pero eso era la excepción. Recuerdo por ejemplo y para citar sólo un caso al médico Ramón Hernández Rengifo, toda una biblia en materia de su profesión, de historia, geografía y otros menesteres y más recientemente a Don Hernán Martínez Satizábal quien pese a sus hoy 104 años está todavía lúcido y lucido.

Sin embargo, los otrora caballeros y damas de la edad dorada son muebles viejos que arrumazan a la brava en cualquier oscuro rincón y le piden al santísimo que se los lleven rápido porque además de ser una carga, se convierten en un estorbo.

Empero y como en todo, hay viejos de viejos, ancianos decrépitos, chuchumecos ya con todos los ayayays imaginables y personas de edad madura que no obstante sus años -entre los 70 y frisando los 90- siguen en pie, manejan sus empresas y son un ejemplo para la sociedad.

Me refiero para no citar sino a unos pocos, con temor a que se me escapen algunos, a personas como Nicolás Ramos Gómez, Álvaro Correa Holguín, Luis H. Pérez, Ernesto de Lima, Carlos Vallecilla, Maurice Armitage, Alfredo Domínguez Borrero y la lista sería interminable, quienes continúan en sus labores y por su edad no se les discrimina.

Y ni hablemos de algunas señoras caleñas a quienes no gusta que se revelen sus edades -muchas rayando los cien- que hasta usan tacones y son monumentos a la vida.

No veo entonces por qué a Rodolfo Hernández se le quiera descalificar por tener 77 años y porque a veces se le salen unas ocurrencias y adjetivos muy santandereanos, muchos de los cuales resultan hasta divertidos.

El llamado, entre cariñosa y despectivamente, “viejito” debería tener un trato diferente por parte de sus contradictores. Sacar a relucir sus años es un argumento pobre y hasta grosero e irrespetuoso y agregarle rasgos de locura, es irse por las ramas.

Este pajarraco, que acaba de arribar invicto a los 72 junios no siente para nada la llamada lluvia del ocaso y jura que, entre más canas, más ganas.

Así es que votará por RH+, convencido de su honorabilidad y su independencia, y más tendiendo como fórmula vicepresidencial y por primera

vez a una caleña, bachiller de mi amado colegio Nuestra Señora del Pilar y con más grados que un termómetro, experta en educación y en temas sociales y absolutamente intachable.

Y sí, es un buen tipo mi viejo quien como otros tantos presidentes de la tercera edad han gobernado y están gobernando con lujo de competencia en muchos países de este mundo.

***

PD. Falleció el pasado domingo Lalo Ochoa, creo que el único playboy que ha dado esta tierra y un verdadero ‘putisboy’ que supo vivir la vida. Con una gran simpatía y don de gentes, impresionaba por su generosidad y bonhomía. Gratos recuerdos, Lalo querido.

Administrador de Empresas, Abogado y periodista por vocación. Director y fundador de MF Publicidad Mercadeo Limitada, al igual que de los programas Mario Fernando Piano y Oye Cali. Galardonado en dos oportunidades con el premio Simón Bolívar de periodismo. Escribe para El País hace más de 40 años.

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