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Permiso para morir

No todos los seres humanos tienen el coraje y la lucidez para pensar serenamente sobre su muerte. Y mucho menos el valor para expresar la decisión de formalizar sus intenciones

24 de septiembre de 2020 Por: María Elvira Bonilla

El representante a la Cámara por el Valle del Cauca Juan Fernando Reyes Kuri, se empeñó en lograr que la reglamentación del derecho a morir dignamente y a tener una muerte asistida se abriera camino nuevamente en el Congreso. Con persistencia, esta semana se aprobó en primer debate la Ley Estatutaria que reglamenta un derecho constitucional adquirido por los colombianos desde 1997 gracias a la solidez argumental del pensamiento liberal del magistrado Carlos Gaviria.

La Corte estableció que no habría responsabilidad penal para el médico que ayude a morir a un paciente terminal que lo ha solicitado por su propia voluntad, y además exhortó al Congreso para que “en el tiempo más breve posible y conforme a los principios constitucionales y a elementales consideraciones de humanidad, regule el tema de la muerte digna”. Han pasado 23 años y desde entonces los espíritus retardatarios de varias tandas de legisladores han logrado frenar su reglamentación con lo cual este derecho queda en manos de la discrecionalidad e interpretación individual de cada médico porque las clínicas y hospitales, como instituciones suelen ser renuentes.

Este atasque legislativo ha llevado a situaciones tan aberrantes como en la que se encuentra otro vallecaucano, don Víctor Escobar quien a los 59 años solo quiere poder morir serenamente y pronto. Lleva dos años intentando desde su humilde casa en Aguablanca, donde se deteriora postrado en una cama, ser escuchado. Durante buena parte de su vida manejó una tractomula hasta que le llegó, hace diez años, la desgracia.
Dos derrames lo postraron. Tiene también sus pulmones comprometidos desde hace cuatro años, por los químicos de la fábrica de cemento donde trabajaba. Ya ni siquiera puede hablar.

Hace dos años, cuando la enfermedad ya se hizo irreversible, pidió la muerte asistida. Quiere descansar. Y no puede. Su última voluntad dejó de ser la suya. ¿Puede haber atropello mayor a la libertad de un ser humano? Su suerte y la de muchos colombianos en circunstancias similares están en manos de los legisladores colombianos ¡Qué tal!

Por ello la batalla de Reyes Kuri tiene tanto sentido y en el único escenario donde se pueden transformar estas realidades. Y así lo argumentó en el Congreso: “Este proyecto no es un llamado a la muerte. Es una lucha que emprendí para garantizar el derecho que tenemos todos los ciudadanos a elegir sobre el futuro de nuestra propia existencia. Espero una discusión de avanzada en el Congreso, alejada de las creencias individuales, porque aquí de lo que se trata es de que, en las condiciones que establece el articulado, el ciudadano pueda decidir sobre su propia vida y la terminación de la misma”.

No todos los seres humanos tienen el coraje y la lucidez para pensar serenamente sobre su muerte. Y mucho menos el valor para expresar la decisión de formalizar sus intenciones, pero cada día son más lo que dan instrucciones para que su vida no sea prolongada de manera artificial.
Pero cuando se toma hay que respetarla sin que medien convicciones religiosas o jerarcas eclesiásticos interpretando preceptos divinos porque lo único que está en juego es la conciencia personal. No hay nada más íntimo y privado que el momento de la muerte. Y ese instante último de la existencia debe ser autónomo, personal y profundamente respetable. Porque una vida digna significa una muerte digna.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla