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Las mujeres Nomo

Son más de las que se creen. Por decisión propia, a conciencia,...

5 de septiembre de 2014 Por: María Elvira Bonilla

Son más de las que se creen. Por decisión propia, a conciencia, y no por descarte o frustración las mujeres que deciden no tener hijos. Son las llamadas Nomo, una etiqueta anglosajona que identifica a las “no mothers”, las mujeres que no quisimos ser mamás. Esta semana leí por primera vez una reflexión pública en un medio colombiano. Con la particularidad de que quien firma la columna publicada en el portal Las2orillas es un hombre: Carlos Palacio. Cuenta que vive hace una década con una de las llamadas Noma a quien no solo entiende sino que admira por su decisión. Le cedo pues este espacio a la reflexión de Palacio, y a sus sólidos, interesantes y novedosos argumentos que desarrolla en su columna Mujeres sin hijos. Esto dice:“Varias de mis amigas lo son.Con el paso de los años su número ha crecido sustancialmente.Convivo con una hace casi veinte años.He acumulado conversaciones con ellas a lo largo del tiempo y debo decir que mientras más escucho sus argumentos y mientras más me empapo de su visión de la vida, (hasta donde mi limitada condición de varón me lo permite), más las admiro.Mi ferviente simpatía por las mujeres Nomo, no esconde un desprecio por la maternidad. Ni más faltaba. Conozco muy de cerca hermosos ejemplos de maternidades deseadas y ejemplares. De mujeres que han luchado contra viento y marea para poder tener un hijo, de otras que han estrechado sus finanzas para encontrar la vía práctica para sostenerlo o de algunas admirables cuyo proyecto vital es la de ser madres y se han embarcado, felices, en la búsqueda de un semental, incluso sin exigirle que provea sustento para el hijo.Pero debo decir también que estos ejemplos de mujeres que han meditado con detalle y responsabilidad su opción reproductiva, representan una franca minoría. La mayoría de las que conozco se enfrentan a la maternidad como resultado de esa inercia impuesta por la mecánica social y que se ha traducido por generaciones en casi un imperativo: si eres mujer, creces, te casas y tienes hijos. Y no digo que vayan a la maternidad como van al cadalso. Claro que no. Pero en muchísimos casos su decisión reviste un halo de inconsciencia que asusta.A eso me refiero. A la consciencia de la maternidad. A masticar lo que implica para la madre y para la sociedad. A concederse ese derecho que por primera vez en la historia de la sociedad humana tiene la mujer: el de preguntarse si se le antoja o no tener un hijo.Y por eso muero de admiración por las mujeres que deciden no reproducirse. Porque la totalidad de ellas han implicado a su cerebro, a sus sentimientos y a su proyección como persona en la decisión. Porque todas han reconocido su derecho a la felicidad y por eso se preguntan si la maternidad las hace o no felices. Porque reclaman el cuerpo como suyo y ejercen sobre el esa maravillosa dictadura a la que tienen derecho.Porque no puedo imaginar una mayor muestra de lucidez e inteligencia que sobreponerse a la principal de las presiones sociales para buscar la felicidad personal.Admiro y defiendo la maternidad deseada y responsable. Pero me pongo de pie para ceder el paso a las mujeres que buscan su felicidad más allá del lugar que la sociedad les impuso”. Porque a la larga la felicidad es un camino personal que está donde menos se piensa.