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La amenaza del ‘Chontico’

Para cualquier ciudadano y su diario vivir es más importante el Alcalde que el Presidente. Y esto es aún más cierto entre más pequeña sea la población, donde su suerte depende de la cabeza del poder local.

23 de mayo de 2019 Por: María Elvira Bonilla

Para cualquier ciudadano y su diario vivir es más importante el Alcalde que el Presidente. Y esto es aún más cierto entre más pequeña sea la población, donde su suerte depende de la cabeza del poder local. De allí la importancia de las elecciones del próximo octubre.

Y Cali, por supuesto no escapa a esto. Según la última encuesta nacional, la intención de voto la lidera el ex alcalde Jorge Iván Ospina y Roberto Ortiz, el ‘Chontico’; caras frescas con voluntad transformadora electorales como Alejandro Eder o Roberto Rodríguez o Michel Maya, no marcan. Lograr hacerse elegir es una tarea que está bastante contaminada, que requiere el ‘tome’ y ‘dame’ que engrasa las maquinarias electorales, una inercia que solo rompe el voto de opinión, el voto consciente, que no pareciera aún hacer carrera en Cali.

Me voy a referir especialmente al ‘Chontico’, formado en la escuela del teje maneje de las trampas, las zancadillas y el atajo y que su elección significaría un retroceso mayúsculo para la ciudad. Será el regreso a las tinieblas de los tiempos de John Maro Rodríguez y Apolinar Salcedo, de ingrata recordación, pero que la desmemoria colectiva se encarga de enterrar. Sería volver al populismo ramplón y miserabilista unido a la apología elemental, a lo popular arrastrando la visión retardataria de los de abajo como fuente de resentimiento mientras atrapan a los necesitados con engaños y promesas limosneras; capaces de hacer del presupuesto público un instrumento para saldar cuentas con el pasado y satisfacer urgencias inmediatas con la corrupción y la arbitrariedad como grandes aliados.

El populismo, esa forma de ejercer el poder que empieza a generalizarse incluso en el mundo, en el que los gobernantes poseídos por un voluntarismo mesiánico, imbuidos de plenos poderes, establecen una relación directa con el elector, con el pueblo, suprimiendo cualquier intermediación institucional que asegure la ruta democrática. Una tentación de la que por lo demás no se escapa -aunque con otra visión y otros propósitos, casi opuestos-, el candidato delantero Jorge Iván Ospina, con sus inocultables reflejos caudillistas, un comportamiento repetido entre los dirigentes de izquierda del continente, de los cuales muchos han terminado en indeseables modelos autoritarios de gobierno.

En este escenario electoral no se entiende a la exsenadora Susana Correa, ahora flamante directora de Prosperidad Social con la chequera más grande del Gobierno para abordar urgencias sociales, entregada sin profesionalismo a la politiquería, impulsando socarronamente la candidatura del ‘Chontico’ como la opción del Centro Democrático para la Alcaldía de Cali. Y por ahí va la decisión del candidato de apartarse de las toldas del Partido Liberal para irse por firmas, abrirle así las puertas al apoyo Uribista que cocina Correa con tal tenacidad que consiguió colar a Ortiz en el último taller presidido por Uribe para escuchar a los aspirantes a cargos locales en el departamento.

Cali sigue atrapada por la fatalidad de no lograr propuestas estratégicas, a la espera de un gran pacto social que trasciende los cuatrenios y proyecten la ciudad a futuro en una llave Gobierno - ciudadanía que garantice una apuesta con respaldo político y económico, como lo han hecho exitosamente Medellín y Barranquilla, con unos resultados que saltan a la vista. Este octubre se abre una nueva oportunidad que no se puede feriar olímpicamente.