El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

El decepcionante Obama

Pero lo cierto es que Obama dejó una marca, que tristemente se está esfumando. Su estatura está resultando más física que moral y es mucha la frustración que va dejando la inconsistencia de un legado que se hacía...

27 de junio de 2019 Por: María Elvira Bonilla

Tuve el privilegio de presenciar la recta final de un triunfal Barack Obama camino a la Casa Blanca, en su propósito de frenar la negra noche Republicana en cabeza de George Bush y despertar una democracia arrinconada por el miedo magnificado en el discurso político.

Había seguido su campaña, con ese don único de la palabra que hipnotiza como lo hizo en las manifestaciones multitudinarias que despertaron la pasión por la política. Disfruté ese primer triunfo electoral porque sabía y valoraba muy bien lo que significaba la llegada de un demócrata afro a un país tan racista y excluyente, atado a la supremacía blanca y la arrogancia del ‘America First’, como ha demostrado Donald Trump, quien ha logrado conectar unos sentimientos dormidos con una virulencia insospechada.

Obama era la esperanza de tantos, pero sobre todo de muchos jóvenes. Y con esa promesa ganó y la celebración de su triunfo electoral fue una ráfaga de alegría, entusiasmo y optimismo difícil de olvidar. El saldo final de su gobierno no es fácil de calibrar: para muchos dejó un sabor agridulce adornado de retórica pero sin realizaciones bien blindadas que Trump ha ido desmontando sistemáticamente. Innegable sí, el despegue económico sobre el que se navega Donald Trump y del que se ha aprovechado para todas sus actuaciones demenciales, sin reconocer nunca el origen de sus buenos números, que de destorcerse pueden sepultarle sus aspiraciones reeleccionistas.

Pero lo cierto es que Obama dejó una marca, que tristemente se está esfumando. Su estatura está resultando más física que moral y es mucha la frustración que va dejando la inconsistencia de un legado que se hacía urgente en un tiempo y un mundo urgido de liderazgos firmes, de mensajes ciertos y coherentes, frente a los que Obama ha guardado silencio. Silencio frente a una humanidad que se reconoce huérfana de valores, de faros orientadores. Obama estaba llamado a ser eso y mucho más.

Pero resultó acomodado y cobarde frente al duelo desafiante que le ha planteado al mundo Donald Trump con su sartal de peligrosos antivalores. Se dedicó a pensar en su futuro personal y el de Michelle amarrados a unas desproporcionadas expectativas económicos alrededor de libros y conferencias por las que cobra de millón de dólares para arriba. Su efímera aparición en Colombia en el marco de un estruendoso rally de conferencista resultó casi que una estafa para los asistentes que pagaban por aparecer fotografiados junto a él. Su prometedora irrupción al recinto como ‘rock-star’ fue como una llama al viento, parafraseando a Barba Jacob.

Su ausencia en el debate político de su país, en un momento crucial en el que urge sacar de la Casa Blanca a un gobernante nocivo para el mundo, habla muy mal de Obama. Sus memorias a las que les espera sacar más de 6 millones de dólares lo han absorbido, arriesgando terminar siendo sosas como las de su esposa Michelle, complacientes con el establishment del poder. Lo cierto es que nada suplirá su indolencia frente a un país como el suyo que se resquebraja en medio de las amenazas de la destrucción ambiental y el pavor de millones de inmigrantes que creyeron en el sueño americano que Trump se ha encargado de marchitar. La deuda que Obama carga, y que aún tiene tiempo de saldar, puede finalmente sepultarlo en el olvido.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla