Latinoamérica rota

Los países latinoamericanos han sido incapaces de establecer una agenda común, pragmática, quizás minimalista, centrada alrededor de valores democráticos...

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17 de ene de 2023, 11:55 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 03:04 a. m.

El presidente colombiano Gustavo Petro llamó a consultas a su embajadora en Guatemala a raíz de rumores de una potencial solicitud de extradición, desmentida hasta ahora, contra el ministro de Defensa Iván Velázquez. El Presidente mexicano acusa a la “oligarquía” peruana del golpe que destituyó a Pedro Castillo, el verdadero golpista. Ambos Petro y Amlo rechazan las sindicaciones de la Justicia argentina contra Cristina Fernández. Durante la pandemia América Latina actuó completamente desintegrada para enfrentar la tragedia del covid, cada país por su lado, en un “sálvese quien pueda”. Haití es un país sin Estado controlado por bandas criminales y los países de América Latina nada pueden hacer. Las anteriores solo algunas muestras de la desintegración de América Latina.

Son monumentales los problemas que enfrenta la región en la tercera década del milenio. Frágil gobernanza, polarización, democracias endebles, criminalidad, desigualdad, economías disfuncionales, magro progreso comparado con los países asiáticos, baja inversión, corrupción, rompimiento entre gobernados y gobernantes, por mencionar algunos. Uruguay, Costa Rica y Panamá son quizás excepciones en el gris panorama continental.

Quizás ha sido la vasta sombra del país del Norte y su doctrina Monroe lo que pudo haber impedido un proyecto común latinoamericano, pero desde la ‘ola democrática’ de los años 90 y el final de la Guerra Fría tocaría ya mirar la ‘viga en el ojo propio’. Los países latinoamericanos han sido incapaces de establecer una agenda común, pragmática, quizás minimalista, centrada alrededor de valores democráticos, desarrollo social, económico y de infraestructura. La indiferencia e inacción frente al rompimiento democrático en Venezuela y Nicaragua a pesar de haber aprobado todos los países la Carta Democrática Interamericana, es otra demostración fehaciente de un continente a la deriva geopolítica. De igual manera, indolencia frente a la Cuba revolucionaria que lo único que exporta son refugiados a la Florida e ideologías fracasadas.

En momentos que suenan una vez más los tambores de la integración latinoamericana o suramericana por las ‘victorias de los izquierda’, el desafino es absoluto, pues se parte una vez más de premisas ideológicas y no de intereses comunes. En el actual escenario político latinoamericano flota la duda si Lula, en su tercer mandato, buscará un mínimo común denominador continental con su contraparte mexicana para que de la mano de los dos países más importantes de la región nazca un viso de integración o si será más una disputa Amlo-Lula por ‘liderazgo regional’, algo que nunca ha existido, o simplemente se ignorarán el uno al otro. En todo caso la política exterior mexicana está más amarrada al norte, que al sur.

Gravita en el ambiente además ‘la hija de los ojos de Lula’, el insepulto cadáver de Unasur, que cantos de sirena y ciertos líderes del pasado buscan revivir, sin que sea para nado claro, alrededor de qué agenda, valores u objetivos, más allá de los egos. Entre tanto la Alianza del Pacífico, creada sobre principios pragmáticos de comercio y cooperación ha sido, hasta ahora, un ejemplo de éxito, que podría ser emulado y ampliado.

Doscientos años después del fracasado Congreso Anfictiónico convocado por Bolívar en 1826 para unir a las recién liberadas provincias españolas de América, el continente permanece fragmentado y dividido, sin mecanismos de integración, sin un conjunto de valores y principios comunes y sin una carretera. En el contexto geopolítico global, América Latina no existe. Acercándonos al bicentenario del congreso de marras, llegó quizás el momento de construir una integración latinoamericana, aprendiendo de los errores del pasado. Tarea compleja en un continente que parece no querer aprender.

Analista internacional para varios medios en Colombia y el exterior. Fue profesor de la Universidad de Externado hasta 2022 y es actual docente de la Universidad del Rosario. Colaborador y columnista de El País desde el 2001.

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