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El circo del año

Comenzó bien agresiva este año la versión anual del gran circo que tiene lugar en la majestuosa edificación ubicada en Turtle Bay, Nueva York.

19 de septiembre de 2017 Por: Marcos Peckel

Comenzó bien agresiva este año la versión anual del gran circo que tiene lugar en la majestuosa edificación ubicada en Turtle Bay, Nueva York. Con el trasfondo de la pared verde imitación mármol, aparecen uno a uno los líderes mundiales pronunciando sus discursos ante la Asamblea General de Naciones Unidas, esperando que alguien en casa lo oiga pues en la sala de sesiones sólo están presentes somnolientos segundos secretarios.

Los discursos más esperados son el del anfitrión, el Secretario General, y el del dueño de casa, el Presidente de los Estados Unidos. Ambos, Guterres y Trump, hacen este año su debut ante tan encopetado auditorio. Algunos personajes secundarios se roban el show en ocasiones como el zapatazo al atril del líder soviético Nikita Krushev anunciando el inminente triunfo del comunismo sobre el capitalismo; el Teniente Coronel frunciendo su nariz quejándose del olor a azufre; el líder palestino Yasser Arafat en Ginebra a quien le negaron la visa a USA, con su ramo de olivo y cartuchera, o Fidel Castro quien en 1960 durante cuatro horas y media ‘deleitó’ a los asambleístas e inscribió su nombre para siempre en el libro de récords Guinness. En 2009 el líder libio, Muamar el Gadafi, instaló su carpa en una propiedad de Donald Trump antes de su discurso de hora y media.

Trump amenazó a Corea del Norte, cuyo régimen describió como una “banda de criminales”, con destrucción total si agredía a Estados Unidos o sus aliados, denunció el acuerdo nuclear con Irán y notificó a Venezuela de inminentes acciones. El premier israelí, Benjamín Netanyahu, dijo que quienes amenazan a Israel “se ponen a sí mismos en peligro mortal”. Tonos que reflejan la caótica y peligrosa geopolítica actual en la que el organismo mundial poco o nada puede hacer excepto advertir, ser espectador y las más de las veces, lidiar con las consecuencias.

Nuestro presidente intervino también ante el organismo, en su último periplo como mandatario. Santos aprovechó para sacarse el clavo de la amenaza de descertificación proferida por Trump. Sin embargo, sus recurrentes llamados a cambiar la política mundial antidrogas llevan años cayendo en oídos sordos y este no será la excepción.

Naciones Unidas no puede ser más que la suma de sus partes, las cuales usualmente más restan que suman. El Consejo de Seguridad, responsable de “la paz y seguridad mundial”, opera únicamente cuando los cinco todopoderosos miembros permanentes están de acuerdo, cosa poco frecuente. Durante los seis años que completa la guerra civil en Siria, ya prácticamente liquidada a favor de Bashar al-Ásad, el organismo estuvo maniatado por los vetos de Rusia y China y hoy el mundo tiene que convivir con la vergüenza de tener como presidente de un país a un genocida, quien con el apoyo irrestricto de uno de los miembros permanentes, asesinó a medio millón de personas, generó un desplazamiento de proporciones bíblicas y destruyó su país para permanecer en el poder.

En Myanmar una Nobel de Paz preside un gobierno que está llevando a cabo una vil limpieza étnica contra la minoría musulmana, frente a la cual poco ha podido hacer Naciones Unidas, genocidio que además desnuda la hipocresía de países, partidos, ONG y otros que tienen diferentes varas para medir los hechos según su conveniencia.

Por dos semanas continúa el circo con presidentes, jefes de gobierno y embajadores haciendo uso del podio. Después todos a sus casas y Naciones Unidas con su frondosa burocracia a seguir en las mismas, mientras el mundo sigue girando.

Sigue en Twitter @marcospeckel