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¡Qué dilema!

Lo que me aterra es pensar de nuevo en la ciudad abocada a cuestionamientos judiciales y en un alcalde más preocupado por defenderse que por administrar.

21 de julio de 2019 Por: Vicky Perea García

Vuelve y juega. El mismo sino trágico que nos ha acompañado en la política vuelve a aparecerse en esta próxima campaña electoral poniendo contra la pared a los más opcionados candidatos a la alcaldía, y de paso, dividiendo de nuevo a los caleños a tan solo meses de realizarse las votaciones.

Sin duda está es la dinámica de la política, pero no deja de generar cierto desasosiego el episodio con el que cerramos la semana anterior, donde nos enteramos de la imputación de cargos de la Fiscalía al candidato Jorge Iván Ospina por presuntas irregularidades en un contrato millonario de publicidad; además de la investigación por la suscripción de varios convenios interadministrativos para culminar las obras de adecuación del Estadio Olímpico Pascual Guerrero para el Campeonato Mundial de Fútbol Sub 20 en el 2011.

La defensa del exalcalde habla de persecución y participación política de la Fiscalía y el mismo candidato señala a los otros competidores de carecer de autoridad moral para señalarlo por sus vínculos familiares y su pasado; pero en palabras de a centavo la verdad es que contra Ospina se quiera o no ya hay un proceso judicial que puede llevar a desgastarnos de nuevo como ciudad.

Alejada de los estrados judiciales y recapitulando la realidad de la ciudad, sería muy mezquino y mentiroso no reconocerle al médico Ospina su trabajo en Cali. Después de desastrosas y cuestionadas administraciones, Jorge Iván Ospina, con sus más y sus menos, renovó la ciudad urbanísticamente y lo más importante para mi criterio, es que le devolvió a la ciudad el espíritu alegre, de identidad y orgullo que años atrás había perdido.

Ospina logró encauzar el sentimiento popular. Es el creador del Salsódromo, dinamizó las industrias culturales y es el vivo ejemplo de la clase media caleña que se quedó en la ciudad construyendo futuro, mientras muchos de nuestros empresarios se desconectaron de nuestra realidad y pensaron que podían seguir mandando desde afuera, como si este fuera el patio trasero de sus casas.

Desde el año 1988 cuando se abrió la puerta a las elecciones populares de alcaldes y gobernadores nuestra ciudad asumió la responsabilidad de buscar liderazgos que nos permitieran seguir creciendo, y vale la pena recordar los difíciles momentos que comenzaron en 1995 con la destitución de Mauricio Guzmán; las complejas y duras alcaldías de Ricardo Cobo, el periodista Jhon Maro Rodríguez, y la terrible administración del señor Apolinar Salcedo destituido por irregularidades en la contratación.

Para mí y muchos caleños el médico Jorge Iván Ospina ha sido el mejor alcalde de los últimos años de Cali y ahora tiene derecho a la presunción de su inocencia y a su defensa. Lo que me aterra es pensar de nuevo en la ciudad abocada a cuestionamientos judiciales y en un alcalde más preocupado por defenderse que por administrar.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews