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La máquina del fango

Somos parte de la revolución de la información y la internet es imparable. Tal cual pasó en la revolución industrial los cambios transforman nuestra forma de relacionarnos con el mundo y nuestro proceso con la ‘comunicación’ apenas está en ebullición.

17 de febrero de 2019 Por: Mabel Lara

Una de las mentes europeas más brillantes de nuestra generación, el semiólogo Umberto Eco, dedicó los últimos años de su vida a criticar ferozmente a las redes sociales y al uso que periodistas y políticos le venían dando desde su posición de poder a la internet para desprestigiar al enemigo.

Eco llamaba a esta forma de ‘comunicación’ como “la fábrica del fango”; que no es otra cosa que poner interés en ciertos temas, descubrirlos e incluso ventilar la vida privada de los opositores como estrategia política.

Pero el escritor italiano no sólo criticaba al rancio abolengo ponzoñoso. Con su buen humor y mordacidad también se mofaba de Twitter por considerarla una red social integrada por “legiones de idiotas que inicialmente hablaban sólo en el bar, después de un vaso de vino y sin dañar a la comunidad” y luego gracias a internet “pasaron a considerarse con el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel”.

Difiero de Eco. Defiendo a las redes sociales porque me parecen espacios de interacción maravillosos que han transformado el oficio de contar historias antes exclusivas de los periodistas. Sé que redes como Twitter y Facebook se han querido vender como artífices de una comunicación democrática cuando en realidad utilizan muchos de nuestros perfiles para tomar información de hábitos y consumos.

También sé que si me quiero pasear por ejemplo por Twitter debo entender que es como una letrina donde todos hacemos nuestras deposiciones, y me excusan los lectores por el ejemplo tan gráfico; pero hay días en los cuales nos toca andar con tapabocas entre algoritmos que hieden a miseria humana, ataques misóginos, sexistas e incluso mentiras montadas por troles y bodegas.

Pese a todo lo anterior defiendo el derecho a expresarnos libremente y los invito a hacer lo mismo. Todos estamos expuestos a agresiones desde estas nuevas tribunas públicas pero es inevitable no darle al ciberespacio el lugar que merece en la actualidad con una ciudadanía más vigorosa y participativa que le viene tomando el pulso al país y ejerciendo control político.

En los últimos meses varias iniciativas intentan ponerle freno a las divulgaciones en la red bajo el concepto de defensa “del buen nombre”. Lo que sorprende es que sean los padres de la patria los más interesados en establecer mordazas a la opinión pública, cuando son ellos mismos (también periodistas, políticos, líderes de opinión) los que se regodean en el fango que crean de la mano de ‘hashtags’ y noticias falsas.

Somos parte de la revolución de la información y la internet es imparable. Tal cual pasó en la revolución industrial los cambios transforman nuestra forma de relacionarnos con el mundo y nuestro proceso con la ‘comunicación’ apenas está en ebullición. Por eso se equivocan los que creen que desde la legislación pueden establecer censuras y mordazas a las redes sociales, aquí lo que nos toca es educar desde la autorregulación, que sí puede ser una labor titánica en un país como el nuestro, pero confió en que no es una tarea imposible.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews