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El león dormido

Por primera vez en la historia de las elecciones de los Estados Unidos los latinos se han convertido en la minoría más grande para votar el próximo 3 de noviembre.

25 de octubre de 2020 Por: Vicky Perea García

Por primera vez en la historia de las elecciones de los Estados Unidos los latinos se han convertido en la minoría más grande para votar el próximo 3 de noviembre.

Si bien es cierto que hoy 32 millones de hispanos pueden votar, no es una comunidad monolítica como la de los afroamericanos. La diversidad de la procedencia y específicamente de los asuntos culturales otorga una enorme cantidad de sensibilidades que no pueden dar por sentado que la conquista de los latinos está por ejemplo de la mano de los cubanos, o los puertorriqueños y menos de la de los colomboamericanos que según Pew Research son 1.200.000 y de los cuales sólo 220 mil están habilitados para elegir presidente.

Cuando se analiza el voto latino hay que entender por ejemplo que los mexicanos son más de 37 millones (representan el 61,9% de la población hispana); o que los puertorriqueños son el grupo de hispanos en el país con 5,8 millones repartidos en diversos Estados; o que los cubanos asentados en su mayoría La Florida representan apenas el 5% de los votantes a nivel nacional y que también están los salvadoreños (3,9% entre los latinos) o los dominicanos (3,5% de electores hispanos) muy por encima entonces de los colombianos.

Si existiera un factor unificador del pensamiento electoral latinoamericano sería el religioso. Sin embargo, como lo indican varios centros de pensamiento, incluso ese no es un factor aglutinador como para intuir que los latinos y colombianos podríamos decidir la elección como grupo en EE.UU.

Las votaciones en Estados Unidos son históricas por las repercusiones que ha tenido la pandemia en su economía y por tener a un personaje tan particular como el presidente Trump. Para nuestra región también son claves por la transición de varios países a gobiernos populistas del ala izquierda o derecha, pero de allí a pensar que en nuestras manos está el futuro de la primera potencia mundial es tierno, por decir lo menos.

Esto sin contar con el abstencionismo que desde 1980 nos persigue: los latinos e hispanos han votado en menos proporción que otros grupos étnicos históricamente, solo en el año 2016 el 48% lo hizo, comparado con el 65% de los blancos o el 60% de los afroamericanos; en otras palabras hay que dejar de inflar el asunto del poder latino; hay que hacerlo al menos hasta que los votantes entiendan el poder del león dormido que los acompaña y allí de a poco hasta los colombianos podrían beneficiarse de las políticas migratorias y los recursos destinados para el desarrollo del país.

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