El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

El cáncer que hizo metástasis

Cual estampa apocalíptica observamos el viernes anterior cómo se consumía uno de los cerros más consentidos y representativos de la capital del Valle.

2 de septiembre de 2018 Por: Mabel Lara

Y vimos el infierno. Cual estampa apocalíptica observamos el viernes anterior cómo se consumía uno de los cerros más consentidos y representativos de la capital del Valle. El mismo que en 1953 inauguraron los jesuitas como regalo de protección contra los demonios que podían atacar a la ciudad y con el fin de conmemorar los 50 años del final de la guerra de los mil días.

Lo que no sabían los jesuitas y ninguno de los caleños era que los demonios podían regresar y ahora andan disfrazados de colonos, tumbando a migrantes y acabando con la reserva forestal nacional Los Farallones, la mayor zona de abastecimiento de oxígeno, alimentos y agua de Cali.

La estrategia está perfectamente hilvanada. Primero queman para destruir el bosque y degradar el suelo. Una vez el suelo está degradado invaden. Y lo hacen en la zona de ladera porque en tierra firme no hay mayores posibilidades de invasión. Al Distrito de Aguablanca ya no le cabe un alma, está totalmente colmatado, y son las montañas como el Cerro de los Cristales y el Cerro de la Bandera las nuevas joyas de la corona.

Lejos de calificar este fenómeno con tintes xenófobos y entendiendo que quienes invaden son finalmente víctimas, de fondo hay un muy serio problema social en crecimiento.

Según investigaciones que reposan en la Alcaldía, en los últimos 10 años las invasiones en Cali se han incrementado en un 500 %. En la actualidad somos la ciudad más invadida de Colombia, con una microciudad con más de 150 mil habitantes, que han construido 50 mil nuevos techos en 133 invasiones.

Ha hecho carrera nacional el mito de que Cali se puede invadir fácilmente y las mafias organizadas están atrayendo a las víctimas de la pobreza del Pacífico, del sur de Colombia y Venezuela desde donde diariamente ingresan 400 venezolanos con la esperanza de ubicarse en esta ciudad región.

Lo peor de todo este panorama es que en las nuevas zonas de invasión se hace imposible llevar ayuda institucional. La legislación colombiana prohibe construir allí escuelas, hospitales o cualquier otra entidad que satisfaga las necesidades básicas de estas comunidades, incrementando los cinturones de miseria de las zonas de periferia y los problemas de inseguridad que ya tenemos.

La quema del Cerro de los Cristales fue un doloroso llamado de atención: perdimos 120 hectáreas de bosque con más de 180 mil árboles; el daño ambiental es irreparable. Este es ya un cáncer que hizo metástasis y del que no pudo salvarse ni el Cristo Redentor, santo patrono de Cali.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews