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Armando Barona Mesa

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La paz, ¿si será la paz?

Esos daños y su perversidad hemos tenido que padecerlos por más de setenta años.

8 de diciembre de 2023 Por: Armando Barona Mesa

Digamos que la gran mayoría de los colombianos queremos la paz. Vivir en amor fraternal, descansar frente al hogar y no hacerle daño a nadie. Qué bello sentir crecer a los hijos, como crecen las espigas, bajo el amparo de la educación y la posibilidad de ganar con su esfuerzo un futuro mejor. Ese es el sueño simple y constante de todos nosotros. Colombianos y extranjeros.

Naturalmente, hay una minoría que ama la revolución sangrienta. El cambio que a la postre no es más que un engaño. Miremos en perspectiva a los rusos oprimidos y engañados tantos años por Stalin, a los cubanos por los Castro, a los venezolanos por Maduro y antes por Chávez, a los nicaragüenses por el fantoche de Daniel Ortega y su ultrajante mujer; y etc.

Tal vez fue Gilberto Alzate Avendaño, el viejo político conservador, quien se robó una frase que dice: “El que a los veinte años no es comunista, no tiene corazón. Y el que a los cuarenta sigue siendo comunista, no tiene cerebro”. Se sueñan con ser revolucionarios, con el uniforme -hoy casi todos nuevos y relucientes, igual que las armas, por los motivos que todos sabemos, es decir, el narcotráfico, el secuestro y la extorsión-. Y entran a la guerra que ellos mismos declaran al Estado colombiano, es decir, a todos nosotros, y se pasean por montañas y valles, enamoran y violan a menores de edad, rompen y destruyen el equilibrio ecológico y se sienten una fuerza política de igual a igual con el Estado. Esos daños y su perversidad hemos tenido que padecerlos por más de setenta años.

Petro quiere la paz, también nosotros. Pero, que se cumpla el mandato de la ley y la ética. Que no se arrodille o se haga desaparecer a la fuerza pública de la escena para que esa guerrilla maldita del Eln se envanezca y crezca con su ego torcido, haciéndose aparecer como héroes ante el mundo. Viajan, calculan y se rodean de países garantes que les den apoyo. Todos sabemos que ellos se sienten a gusto en estos escenarios falsos. Personajes siniestros como uno que se hace llamar Antonio García, dizque el jefe actual, se envanece advirtiendo que sus constantes secuestros y extorsiones no son ni lo uno ni lo otro, sino “operaciones financieras”, que no están dispuestos a abandonar a menos que el gobierno -su par- les dé una ayuda grande para poder desarrollar sus acciones. ¿No es acaso esto insólito?

En otros tiempos se hicieron pasear por España y por Suiza, con un gobierno un tanto intonso y ellos sacaban pecho como grandes personajes. Han estado en Cuba y en Venezuela. En Ecuador y ahora en México. Allá está el bravucón de García sosteniendo que ellos no son secuestradores, sino una agencia política que busca un país mejor, aunque nunca han presentado un pliego político programático.

Y, naturalmente, no creen en la paz ni en enderezar sus acciones dentro de la ley. Se diría que les ha funcionado la cosa y se han agigantado en su ego, mientras los colombianos debemos sufrir sus genocidios y crímenes constantes contra los derechos humanos.

Cierto es que Otty Patiño ha hecho ver una respuesta de rechazo al secuestro de parte del gobierno. Pero ¡Ah, la memoria!, que no deja olvidar que el propio presidente Petro contó hace unos meses que estaba en plan de conseguir apoyo de las transnacionales de derechos humanos para financiarlos. Ahora viene a hacer creer que su posición es y ha sido de rechazo a esa abominación. No es cierto y todos lo sabemos. La pregunta es ¿Qué va a pasar ahora, los vamos a financiar con los dineros públicos, o nos hacemos los bobos para que sigan extorsionando a los más de treinta secuestrados que los acompañan en la oscuridad de la desesperanza? Claro, ni el derecho ni los colombianos podemos transigir.

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