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Lava Jato

Los señalamientos contra Óscar Iván Zuluaga, Otto Bula y García Morales provienen de investigaciones de la policía brasileña y de la justicia norteamericana. Contra la campaña de Santos solo hay, por ahora, las contradictorias declaraciones de Bula.

16 de febrero de 2017 Por: Julio César Londoño

“No se puede cortar una flor sin perturbar cierta estrella”. Este viejo verso parece resumir el caso Odebrecht. La historia es esta. Tras los pasos de un pequeño cambista ilegal, la policía brasileña se topó en 2013 con una gran red de lavado de activos liderada por Alberto Youseff, dueño de una cadena de lavaderos de carros, razón por la cual el caso se llamó Operación Lava Jato, lavado a presión. La policía encontró que Youseff le había regalado una camioneta Land Rover de 80 mil dólares a Paulo Roberto Costa, ejecutivo de Petrobras, la mayor empresa brasileña. Era una muestra de la gratitud de Youseff hacia Costa, un cliente muy importante porque que debía lavar los ríos de dólares de coimas que recibía por la adjudicación de contratos de Petrobas, a notables pulpos de la construcción mundial, entre estos a Odebrecht.

Cogido de sus partes nobles, Costa confesó haber recibido 31 millones de dólares de Odebrecht. El presidente de esta constructora, Marcelo Odebrecht, lo negó todo pero fue acorralado y por último detenido en junio de 2015. Las declaraciones de varios ejecutivos de Petrobras, delatados por Costa, y una carpeta muy comprometedora que una secretaria dejó olvidada en las carreras de un allanamiento a las oficinas de Odebrecht en Sao Paulo, lo dejaron sin salida y fue condenado a 19 años de prisión. Entonces Marcelo cantó. Sus declaraciones pusieron al descubierto las maniobras de Oderbrecht para quedarse con más de cien contratos de megaobras en África, México y Latinoamérica. A cambio, la justicia brasileña le perdonó la mitad de la pena y lo dejara en libertad condicional en diciembre de 2017.

A Colombia, Odebrecht la compró a precio de ganga. Mientras que Ecuador le costó 33 millones de dólares en coimas, Panamá 59, Venezuela 98, Argentina 278 y Brasil 349, a nuestros funcionarios solo les dieron 11,6 millones. Los colombianos resultaron ratas módicas. ¿Acataron al fin la directriz del célebre patriarca liberal y redujeron la corrupción a sus más baratas proporciones?

El escándalo salpicó al uribismo y al santismo. Es lógico pensar que la campaña de Santos también recibió dineros de Odebrecht, pero está mucho más comprometido el Centro Democrático. Varios alfiles suyos están con el agua al cuello: Óscar Iván Zuluaga, cuyo estratega Duda Mendonça fue pagado por Odebrecht; Iván Duque, que se reunió en Brasil con Zuluaga, su hijo David Zuluaga y Mendonça, pero nunca oyó nada (parece que iba al baño cuando se hablaba de plata en la mesa); el exviceministro de transporte Gabriel García Morales, coimero confeso de Odebrecht y mano derecha del beato Andrés Uriel, alma bendita, que firmó contratos billonarios en las últimas horas de la segunda administración Uribe (habría firmado muchos más si no se le atraviesa de manera providencial Esteban Piedrahíta, entonces director de Planeación Nacional); Daniel García Arizabaleta, coordinador político del CD y asesor de Odebrecht, amén de hábil falsificador. Y claro, Otto Bula, que ocupó la curul de Mario Uribe, condenado por parapolítica, y cuyo macabro prontuario (el de Bula) no cupo en la última columna de Daniel Coronell.

Los señalamientos contra Óscar Iván Zuluaga, Otto Bula y García Morales provienen de investigaciones de la policía brasileña y de la justicia norteamericana. Contra la campaña de Santos solo hay, por ahora, las contradictorias declaraciones de Bula.

Por todo esto, las responsabilidades de las dos campañas del 2014 en este escándalo no son equiparables.