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Las palabras y los días

Hay una vieja discusión sobre la preminencia entre las palabras y las armas, y una más moderna sobre la preminencia entre las palabras y la acción, que se dirimen siempre en favor de las segundas, las armas y la acción: el guerrero es más fuerte que el poeta.

21 de junio de 2017 Por: Julio César Londoño

Hay una vieja discusión sobre la preminencia entre las palabras y las armas, y una más moderna sobre la preminencia entre las palabras y la acción, que se dirimen siempre en favor de las segundas, las armas y la acción: el guerrero es más fuerte que el poeta. Socialmente, el empresario pesa más que el filósofo.

Aunque judías, Las Escrituras toman partido por las palabras. Al principio fue el verbo, afirman sin vacilaciones. Dios dijo, Sea la luz, y la luz fue.

Las religiones son artefactos verbales, no factorías. Necesitan primero poetas y fabulistas, hacedores de parábolas como Jesús y publicistas como Pablo. Luego intervienen los guerreros, que imponen el credo a sangre y fuego, como Mahoma o los Cruzados, y sólo entonces entran en juego los empresarios, que ordenan la recolecta y la contabilidad de los diezmos.

La ciencia obra al revés. Inicialmente es empírica. El científico es primero un hombre de acción. Observa que el acero templa muy bien enterrándolo en la barriga de los prisioneros, por ejemplo, y concluye que lo mejor para fraguar la espada es el dolor del enemigo (la explicación es mágica, el resultado técnico). Luego entiende que es el nitrógeno de la sangre lo que pone a punto el metal, inventa la metalurgia de los altos hornos y concibe teorías tan abstractas como la termodinámica. Por último, viene la tecnología, la concreción de la teoría, su efecto práctico, y se cierra el círculo: observación empírica, ensayo y error, teoría científica, productos tecnológicos. Acción-verbo-acción.

Es evidente, pues, que la discusión de las preminencias es vana. La acción es palabra concreta, o la palabra acción sutil. Como prefieran.

Es por esto que el poder no desdeña poetas ni empresarios. Se ocupa de las factorías y los laboratorios, por supuesto, pero no descuida las palabras, el software del mundo: las teorías económicas, las religiones, la información, la desinformación y la publicidad, que informa y desinforma, según las variaciones del clima y las necesidades del mercado.

Sin embargo, no está de más recordar que es con palabras que el general arenga a las tropas y las arroja al triunfo o a la muerte. Es con palabras que se sustentan los proyectos más ambiciosos. Los puentes, digamos, se sostienen sobre ecuaciones curvas y razones directas. Es con palabras que se tiende el cerco sinuoso de la seducción. Son necesarias antes, durante y después (sobre todo después, cuando el animal está muerto. O casi. Homo animale triste post coitum est). Es con palabras que negociamos con el prójimo en la plaza y es con palabras que injuriamos al enemigo en la encrucijada. Es con ellas que ordenamos el pensamiento, cantamos las penas, elevamos plegarias y nombramos el mundo. Piedra. Cilantro. Padre. José. Amigo.

Es por esto que los gobiernos insisten en los programas de promoción de lectura y escritura. Actividades tan complejas como las comunicaciones y la formación de conocimiento, y tan elementales como la cortesía y la claridad en el trato con los vecinos y con la familia, dependen de un manejo eficaz del lenguaje.

Consciente de la importancia de la empresa, Comfandi lanza una red departamental de talleres de escritura creativa, la segunda en Colombia. Inicialmente habrá ‘focos de resistencia’ en Cali, Palmira, Buga y Tuluá. Estos talleres estarán dirigidos por escritores de primer nivel y se ocuparán de sacarle jugo a ese leve y recio instrumento que nos tocó en suerte, la lengua española.

Sigue en Twitter @JulioCLondono